Estas palabras son
parte de una historia, no de un deseo.
“Algo así como la Falacia
del espantapájaros”
Personalmente no
he conocido a Orlando “Caliche” Valdés, pero si he escuchado bastante de su
persona (su apodo) y también he conocido su obra que aún perdura en el ex
campamento salitrero de Chacabuco, es más, siempre nos encargamos – como institución
– de visitar estos vestigios y dejar en claro que son de un tiempo no muy
lejano, son, de cuando este espacio fue usado como campo de prisioneros, por el
lapso de un año.
Orlando "Caliche" Valdés
Ahora bien, tratamos
de comunicarnos con el autor de este escrito, el Sr. Rodrigo Ramos Bañados,
quién fue el que realizó esta maravillosa entrevista a “Caliche”, y estimo que
resulta muy necesario este contacto, por un tema de visión y de recuerdo. Es indudable,
estas palabras suenan y resuenan tan distintas a las usadas de manera
cotidiana.
Pero sin más preámbulos,
vamos a la historia.
Este hombre saltó por
amor a la vida.
La muralla de la
embajada de Italia en Santiago alcanzaba los dos metros. Saltó ante la mirada
atolondrada de un Carabinero con una metralleta corta que se dedicaba a
pololear. Cayó al pasto y por un rato experimentó el dolor más dulce de su
existencia. El ejercicio lo había practicado en la ex oficina Chacabuco, donde
meses antes había permanecido preso.
De vuelta a la
vida, en el sur, un viejo amigo, ex militante de Patria y Libertad, le dijo que
la Dina quería matarlo. Abandonó su casa de Talagante y escapó a Santiago, con
la idea de cruzar la frontera rumbo a Argentina. Sin embargo, cuando pasó por
la embajada de Italia, recordó lo que le dijo un preso político bajo el tóxico
sol del desierto: saltar una muralla nos puede salvar la vida. Ahora estaba a
salvo. Era finales de 1974.
Casas de Chacabuco
Orlando “Caliche”
Valdés con alrededor de 30 años dejaría su marca en la embajada de Italia por
sus conocimientos de primeros auxilios. La embajada albergaba a un centenar de
personas; todos en busca de refugio por la persecución durante el gobierno de
Pinochet. Estuvo un año protegido por Italia. Caliche fue uno de los últimos en
partir al exilio, a Rumania. Ya era 1975.
Dos años antes de
partir a Europa, esta vez en el norte, en la ex salitrera Chacabuco
transformada en campo de concentración, Caliche inmortaliza tres huellas: una
iglesia esculpida en la pared, un tronco de un árbol seco transformado en
escultura y recuerdos imborrables como animador de grupos artísticos que
intentaron hacer olvidar el calvario. Caliche fue un juglar.
A 40 años de su
paso por el campo de prisioneros y con 79 años en el cuerpo, diez hijos, este
hombre de ojos claros, rostro rojizo, recuerda mientras camina por las calles
marchitas en busca de su iglesia.
Al norte en barco
Su supervivencia
partió después del 11 de septiembre de 1973. Su relación con el Mapu campesino
hizo que lo detuvieran en Talagante. El 22 de septiembre de 1973 donde es
trasladado al Estadio Nacional.
En noviembre
Valdés y un grupo de alrededor de 800 prisioneros navegan en el buque
“Andalien” hasta Antofagasta. Viajan sobre la tercera cubierta. El barco se
bambolea. La gente va en sus mantas y frazadas, bailando con el movimiento del
océano. Parecían muertos, dice Valdés. “En un momento pensamos que nos lanzarían
al océano”.
Transporte Andalién
Fueron tres días
de navegación. La bienvenida fue a golpes. A las 5 de la mañana se subieron
como borregos al tren. Iban amarrados. Despertaron a mediodía en el flamante
campo de prisioneros de Chacabuco. La imagen fue desoladora. Nada en los cuatro
puntos cardinales. Lo suben a un camión.
Baja en al medio de la cancha de fútbol del pueblo. Luego los militares le
señalan su nuevo domicilio.
La vida es bella
Los días son
tristes para los presos. Valdés y sus compañeros intentan subir el ánimo.
“Empezamos a teatralizar chistes a la hora de la colación. Dejábamos contentos
a la gente”.
- ¿Qué le decían los militares?
- Nada en un principio.
El impulso de
Valdés permitió que otros se animaran. Pronto aparecieron otros artistas. Así
surgió la “Sonora entre rejas”. “Ellos eran delincuentes comunes. Con tarros de
otro tiempo que encontraron; los patitos malos fabricaron baterías, luego apareció
una guitarra. Tocaban chachachá. El show se hizo conocido”.
La Iglesia tallada de Chacabuco
El rumor de fiesta
llegó a los soldados que, a juicio de Valdés, eran tan prisioneros como ellos.
Resultó que un día, la tropa de turno se interesó por el show de teatro y
chachachá. “Un grupo de la aviación fue sin autorización del militar de turno.
Al final se armó una trifulca entre el militar de turno y los de la FACH.
Estuvieron a punto de terminar a balazos. Al otro día llegó el general Lagos y
me llaman a la guardia”.
- ¿Y qué le dice el general Lagos?
-Fui con temor. Ahí el general me dice, señor calichito,
sabía mi apodo, hubo un problema con la tropa y quiero hacerle una proposición.
Me pidió que actuáramos en el teatro para todas las tropas. Lo condicioné a que
también estuvieran presentes los presos políticos. Así que las actuaciones
fueron para los presos y los milicos; todos por igual. En los chistes
agarrábamos para el leseo a los milicos.
La iglesia
Caliche indica el
lugar que durmió. Luego repasa anécdotas. Responde que hubo un grupo de presos
homosexuales. Vivían juntos. Al final, hicieron un lote con la “Sonora entre
rejas”; hacías fiestas (ríe).
- ¿Y algún militar homosexual?
-Lo más raro era el curita de Carabineros; le decíamos la
yegua de las pampas (ríe). Nos trajo la pintura para terminar la iglesia.
Frente a su dormitorio está su mayor obra: la iglesia de
Chacabuco.
Ocupó clavos para
tallar la muralla de adobe. De esa forma generó los relieves. “Este tipo de
tallados los realizamos casi de manera industrial. Los milicos los vendían en
Calama, a cambio nos traían pasas y harina para fabricar empanadas, entre otras
cosas; al final hacíamos chicha con las pasas, panes y otros restos de comida”.
El Cristo tallado en Chañar
- ¿Y cuándo es la
primera vez que se reencuentra con Chacabuco?
- En 1994. Vine con un hijo (se emociona) ... Hay que venir
aquí más seguido pues uno se mejora. No se puede vivir toda la vida con esa
pena al hombro.
- ¿Y el Estadio Nacional que fue para usted?
- Ahí mataron mucha gente. Es terrible verlo por televisión.
Caliche, en tanto,
recuerda que una vez el “Mamo” Contreras, jefe de la DINA, llega en helicóptero
a Chacabuco. Iba con malos propósito, dice. A todos nos mandaron a la cancha;
nos formaron. Contreras comenzó a separar gente; en eso llega el general Lagos.
Se baja Lagos del jeep, y le dice: “vos que hacís aquí”. Contreras, coronel,
responde: tengo órdenes de mi general Pinochet.
“Me importa una mierda
quien diera las órdenes”, afirma Lagos. Continúa el general: “si te llegas a
llevar a una persona, tu cagada de helicóptero no dura ni cinco minutos en el
aire”.
Contreras se fue con
la cola entre las piernas.
- ¿Cree que es necesario valorizar más la figura de Lagos?
Él se dio cuenta
que no éramos bandidos y que nunca hubo Plan Zeta. En Chacabuco no se torturó,
incluso llenamos un estanque de agua que usamos como piscina.
- ¿No la pasaron mal?
-- Dentro de lo peor fue lo mejor.
Plaza de Chacabuco
Plaza desde la ventana del teatro
Escrito original,
página de los escritores provincianos
Publicado 27th noviembre 2013 por Rodrigo Ramos Bañados
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