Al hablar o referirnos al desierto del Atacama, en el extremo en donde se
encuentra inmersa la ciudad de Antofagasta-Chile, la imagen que se nos viene a
la memoria es una sola, vastos territorios desolados y de una carencia total de
vida. En parte, tienen toda la razón, aunque no es la realidad absoluta de toda
esta región.
En este territorio hay espacios muy delimitados que mantienen
vida, especialmente en la cordillera costera (espacios llamados relictos) y muy
especialmente en las zonas precordilleranas, en la altiplanicie. Pero, han
habido momentos en donde este territorio cambió de color, del tradicional ocre al
verde de la vida y hubo una oportunidad – muy reciente – en donde nuestro
desierto floreció a plenitud. Fue durante el año 2015 cuando en un día, cayó toda
la lluvia que debía caer en 14 años, lo que dió lugar a esta maravilla.
Para vuestro conocimiento, Según la información de la
Dirección Meteorológica de Chile, el promedio anual de caída de agua en la
ciudad es de 1,7 milímetros promedio, sin embargo, ese día 25 de marzo cayeron
24,4mm superando en 1.435% la media.
He de contarles que las primeras gotas comenzaron a caer un martes
24 de marzo y en poco tiempo, se transformaron en un temporal que convirtió a
las regiones áridas de Antofagasta, Atacama y Coquimbo, en el norte de Chile,
en un lugar irreconocible.
¿Pero cómo es posible que esta zona tradicionalmente
desértica se haya convertido en un lodazal? ¿A qué se deben estas lluvias
repentinas y devastadoras?
Lo que sucedió en este caso, fue un tipo de tormenta que no
es tan frecuente y que se denomina baja segregada. Esto es un núcleo de aire
frío en altura que se desprende del flujo principal de los vientos del oeste y
que se enfrenta con masas de aire cálido y cargadas de mucha humedad que vienen
desde la cuenca amazónica. Esta combinación provocó una intensificación de las
lluvias y desencadenó los aluviones en norte del país. Las bajas segregadas
tienen lugar una o dos veces al año y siempre que ocurren tienen un efecto
significativo, como una tormenta de viento o una nevazón inesperada, pero en la
parte alta de la cordillera. En esta oportunidad se manifestó con
precipitaciones muy intensas porque un hubo un aporte de humedad de la zona más
tropical".
Según los estudios, ésta no es la primera vez que ocurre ni será
la última que lloverá de esta manera en el Atacama, es cosa de recordar los
eventos del año 1991 y 1997.
Lo que vino después de estas lluvias fue una maravilla de la
naturaleza cuya belleza, permitió aminorar las calamidades y las tragedias ocasionadas
por este evento (en vidas y en bienes materiales). El desierto floreció
cubriendo los cerros de toda la extensa cordillera costera, llenando de mágicos
colores y de gratos aromas los espacios de vida silvestre de toda la región y
en donde cientos de especies (flora) despertaron de su letargo, asomando a la
vida luego de décadas de letargo por la extrema aridez. Un evento que se volvió
a repetir (en mucho menor grado) el año 2016, 2017 y 2019.
Los antofagastinos ya nos vamos acostumbrando a convivir con
las flores del desierto, los estudios lo dicen "con el cambio climático,
estos fenómenos se producirán con más frecuencia".
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