Escrito del Dr. Hugo Lea Plaza
Jencque
Profesor de la Facultad de Medicina
Universidad de Chile
1925
La vida de la pampa tiene caracteres especiales; es ruda cual
ninguna, bajo un clima desigual, desagradable, enervante. Allí no hay distracciones;
la monotonía del panorama y de la labor, deprimen el espíritu proporcionando
condiciones especiales para el florecimiento de los vicios; perfectamente
explicable, es entonces el desarrollo del que nos ocupa. Terminada la labor del
día, no hay ya otra cosa que beber y se bebe sin freno y el día Domingo mucho
más aún hasta enterar 18 millones de pesos que los obreros de la pampa de las
dos provincias salitreras dejan en manos de los cantineros anualmente; se vende
licor en todas partes; en los pueblos vecinos a las oficinas y dentro de estas
mismas, las pulperías venden las bebidas alcohólicas a mayor precio
naturalmente, ya que la pulpería no se ha instalado por el divino botón ni
quiere terminar el año con saldo en contra.
LOS PROBLEMAS DE LA REGIÓN SALITRERA, ALCOHOLISMO Y
CONSECUENCIAS
(De "La Nación", marzo de
1925)
El señor Rodríguez Peña, Director de la Sección Bienestar de
las oficinas de Tarapacá, después de un prolijo estudio estadístico, ha llegado
a establecer que en las oficinas salitreras de esa provincia se bebe,
comprendiendo toda clase de licores, por valor de 9 millones de pesos al año;
no hay razones para pensar que en la región salitrera de Antofagasta se beba
menos, tal vez más, de manera (que debemos calcular en un total de dieciocho
millones la cuota que anualmente dejan los obreros en las cantinas a cambio del
aniquilamiento progresivo de sus personas y de la raza.
Parte de esta cuota queda en las pulperías, muchas de las
cuales venden alcohol aún los sábados y domingos, a precios que permitan cierta
utilidad.... y la otra parte va a los inmundos burdeles y cantinas de los
pueblos vecinos. Entre estos pueblos hay que citar principalmente tres, el
pueblo de Pampa Unión, funesto satélite de la pampa de Antofagasta, el de San Antonio,
centro de perdición para la de Tarapacá y el famosísimo pueblo de Punta de
Rieles, a pocos kilómetros de Chuquicamata, que marca el punto máximo, por lo
menos de lo que vi, en lo que respecta a falta de previsión y legislación
social; el que visita aquel pueblo y se impone de lo que allí ocurre, llega a
preguntarse si es posible que tales cosas se toleren en un país civilizado.
El pueblo vive de tres grandes industrias íntimamente
relacionadas; la alcoholización de los obreros del mineral, la prostitución con
su cortejo de contagios venéreos y el salteo con despojo a la luz meridiana;
hay sólo dos hombres honrados en ese bendito pueblo: el de un comerciante
español y el del administrador del Correo; ambos se lamentan de su suerte que
los obliga a vivir en constante peligro, expuestos a perder cualquier día,
hasta sus buenas costumbres.
El trayecto siempre es el mismo; el obrero del mineral,
hombre culto y razonable en estado normal, baja al pueblo en donde lo toma la
cantina, que lo envía ebrio al prostíbulo; éste lo marca con el contagio
venéreo y lo devuelve al hogar, pero en el trayecto a cualquiera hora del día o
de la noche, es despojado de cuanto lleva cuando no se tienta también a
desafiar él mismo a algún prójimo.
Claramente se ve que la base de todo este proceso que nos
deshonra es el alcohol proporcionado sin control, sin respetar ningún
reglamento en forma desenfrenada y salvaje.
En San Antonio y Pampa Unión ocurren cosas parecidas: todo es
cantina y prostíbulo: a este respecto me escribe don Juan Bautista Soto,
ilustrado obrero de la Oficina Chacabuco: ¡¡ A este mal hay que agregar la
habitación inmunda del conventillo, en el cual, en la más repugnante
promiscuidad, familias enteras con sus amigos y pensionistas se embriagan en la
única pieza que poseen!! ¿quién podrá decir de estos infelices, soy hijo de
Fulano, cuando en todo el apogeo de la borrachera el padre confunde a la hija
con la esposa y la madre al hijo con el marido y los hermanos se confunden
entre sí? y prosigue: "pregunto yo, ¿es obra de patriotismo y de buen
Gobierno dejar a esta inmensa mayoría de ciudadanos que siga por esta
vergonzosa pendiente? ¿Es honrado no decretar la zona seca por amparar la
industria del alcohol?" Para evitar el desbande de los obreros en busca de
estos pueblos paradisíacos, de donde a veces no vuelven o tardan en volver, en
algunas oficinas se ha optado por no poner atajo ni traba alguna al vicio
desenfrenado y entonces la orgía que nos pinta el señor Soto se desarrolla en
los campamentos mismos, lo cual explica que en algunos de ellos el ciento por
ciento de los hijos sea ilegítimo.
Si esto no constituye una situación seria y bochornosa, de la
cual el Gobierno no puede desentenderse, no sé ni acierto a comprender cuáles
puedan inquietarlo. Después de visitar la región, aunque sea rápidamente;
después de conversar y cambiar ideas detenidamente con los obreros, y no sólo
con los administradores de oficinas, como se ha acostumbrado a hacerlo; después
de imponerse de la magnitud del mal, del cataclismo humano engendrado por el
alcohol, se llega al convencimiento de que sería inútil cumplir, aunque sea
estrictamente, el Código del Trabajo; inútil la ley seca, sólo para el radio de
las oficinas.
No hay otra solución que la ley seca para las dos provincias
salitreras. Se verá después la necesidad de obrar en igual forma en la zona
carbonífera; pero lo más urgente es el Norte. La opinión al respecto ya se ha
hecho; recibo por cada correo cartas de los obreros urgiendo la aprobación de
esta ley salvadora; por su parte, el Intendente Acevedo acaba de convocar a una
reunión, que ha sintetizado la opinión de los industriales y de los vecinos de
Antofagasta, solicitando la misma medida; el Gobierno no puede negarse a esta
súplica., no puede desoír este clamor por la vida: sería el mayor de los
desaciertos y la mayor de las ingratitudes para las provincias que, sin exigir
mucho y conformándose con poco, contribuyen con los dos tercios al presupuesto
nacional.
Dr. Hugo Lea Plaza Jencque
REFERENCIAS:
El Alcoholismo en la Región del Salitre.
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