Colección fotográfica de Codelco-Chile, división El Teniente.
Antes de hablar del santo, hablemos primeramente del milagro.
Sobre ese desmedido gusto de los connacionales por el alcohol
y las mistelas es algo conocido y reconocido más, de los correspondientes
problemas ocasionados por este norte, lo podemos encontrar en ciertas
referencias históricas, muy especialmente en la historia boliviana y la
historia peruana, misceláneas que guardan relación con nuestros compatriotas en
la antigua Cobija que fueron un dolor de cabeza para el cónsul chileno José
Santos Ossa o, en la construcción de ciertos ramales del ferrocarril peruano a
cargo de Henry Meiggs, quién gustaba del trabajador chileno, a quienes
consideraba muy laboriosos hasta que se ponían a beber, dándoles el mote de
“Los díscolos chilenos”.
Ahora, ante lo anteriormente expuesto no estamos descubriendo
la pólvora ya que el alcohol y el alcoholismo nos acompañan desde los inicios
de nuestros tiempos, cuando solo éramos una capitanía o cuando pasamos a ser una
nación independiente. Es evidente que nos resulta muy difícil el abstraernos de
la herencia brindada por los indígenas y los conquistadores, pero todo esto comenzó
a transformarse en un problema mayor para el Estado desde los principios del
siglo XX. La ebriedad se transformó en un problema sanitario que debía ser
controlado en favor de un discurso higienizador. Estas políticas higienistas
buscaron reducir el consumo de alcohol en las clases trabajadores para mejorar
su salud, su desempeño laboral y, principalmente, su rol como sostenedores de
la familia.
Durante esta época - inicios del siglo XX - la producción de
alcohol, en Chile, comenzó a industrializarse y expandirse por las diferentes
regiones generando altos ingresos para los municipios. Fruto de esta expansión
y desarrollo industrial surgió la primera ley de alcoholes del año 1902 que
buscó regular y fiscalizar la producción y venta de alcohol en todo el
territorio.
En cuanto a la cuestión social del alcohol en el país fue
relacionada principalmente por la élite, ya en 1910, esta elite había
construido su propia percepción sobre el consumo inmoderado de bebidas
alcohólicas a lo largo del país. En el norte la ebriedad de los obreros del
salitre y la minería, en la zona centro el vagabundaje de obreros en chinganas
y tabernas y en el sur la ebriedad de la hacienda y los campos. Esta
caracterización no solo representó la experiencia del sujeto popular, sino que
también apuntó a generar una imagen de un Chile decaído y arruinado
económicamente a causa del exceso de consumo de alcohol.
Pues bien, esa imagen de país, decaído y arruinado por causa
del alcoholismo, lo hemos escuchado en las charlas y escritos de un reconocido
historiador nacional, Don Gabriel Salazar, quién expresa que: Nuestro país
celebró su centenario independentista (1810-1910) entre clamores, vítores,
fanfarrias y libros con letras doradas, queriendo mostrar al mundo que éramos la
Francia de América, más, en un estado enriquecido por el impuesto del salitre y
con una industria floreciente, teníamos una antítesis. Una burguesía totalmente
empobrecida y cuya única fuente de ingreso era la venta de alcohol, por aquello,
la población presentaba un alto porcentaje de alcoholismo - entre su clase más
baja - y Chile fue el único país en el mundo que tuvo un decrecimiento demográfico
a principios del siglo XX.
Ante esto, se implementaron medidas concretas para enfrentar
este grave flagelo y fueron las empresas mineras de origen norteamericano en
conjunto con el Estado chileno y el movimiento obrero organizado, que
implementaron e implantaron la ley seca en algunas zonas y también zonas de
intemperancia limitada. Hubo sectores del país en el que estaba totalmente prohibida
la ingesta de bebidas alcohólicas, ya sea cualquiera de ellas o sólo los
destilados más embriagantes.
A partir de lo anterior, comenzaron a gestarse a una serie de
políticas de control, reclusión y legislación en torno al problema del
alcoholismo, en el que el discurso médico y policial reforzaron la percepción
que el Estado tenía sobre las condiciones de la sociedad chilena. Una de las
zonas donde, inicialmente, se aplicaron las políticas de control fue en el
Norte de Chile, debido al alto alcoholismo en el sector minero.
Así mismo, el problema del alcohol dio origen a una serie de
sociedades abstinentes y ligas de higiene social que buscaron influir en la
elaboración de políticas públicas. Ejemplo de esto fueron las primeras reformas
a la ley de alcoholes y la creación de zonas secas y zonas de temperancia
limitada. Por otra parte, existió una preocupación importante sobre el porvenir
de las familias obreras y campesinas, las cuales eran la base demográfica en la
que se sujetaba el desarrollo productivo de Chile. En ellas la elite puso
especial atención generando políticas de planificación familiar y laboral.
Esta disposición comenzó a ser aplicada en la zona norte de
Chile, en momentos de inestabilidad política y social, para asegurar el
rendimiento de la economía salitrera. Se aplicó también en las zonas portuarias
y carboníferas.
El Guachucho y el
Guachuchero.
¿Circularon por este norte?
Hay evidencias concretas de la presencia de contrabandistas de alcohol por todos los cantones salitreros y en los sectores mineros de nuestra región, aunque la historia presta más atención al centro sur del país, especialmente en las alturas de Sewell.
Como suele suceder en estas hermosas latitudes,
establecida la ley, de inmediato llega la trampa. Todos los esfuerzos y normativas por instaurar la ley seca en Tarapaca y Antofagasta se vieron
opacadas por el contrabando de licor en los campamentos mineros, una tarea que recayó en manos de un personaje conocido en el sur del país como el guachuchero, nombre que deriva del Guachucho, el último aguardiente
extraído del orujo, es un alcohol bastardo o “guacho” que también se le conoce como Guarisnaque o leche de tigre.
Un detalle que consideramos de importancia en este relato. Gran parte del alcohol que circuló de contrabado en este territorio, provenía de la tercera región (interior de Vallenar) o, del otro lado de la frontera, desde Argentina, siendo muy poco el alcohól que llegó desde el sur del país, especialmente desde Doñihue.
Sobre los guachucheros, Estos eran traficantes de alcohol que normalmente
trabajaban solos, aprovechaban las zonas secas de las mineras para llegar hasta
allí transportando alcohol dentro de bolsillos especiales en su ropaje
(compartimentos internos) o, en odres de cuero crudo que se ponían en la
espalda como mochila o sobre la mula, la única compañera de viaje.
Según se cuenta, siempre iban armados, puesto que eran considerados,
contrabandistas, prófugos de la vigilancia policial y de los serenos de las
compañías. También debían defenderse de otros guachucheros, ya que se
disputaban entre ellos el territorio quitándose el guachucho, así pues y según
algunas crónicas, la ocasión o la necesidad podía tornarlos en asesinos.
El cantar popular los caracteriza como pendencieros, hábiles,
cínicos, testarudos y valientes. Es evidente que el oficio los hizo hoscos y cautelosos,
ya que, un error les podía costar la vida. Circulaban por los desolados
descampados del desierto, siempre de noche, siempre acompañados con el frio de
la pampa.
El guachuchero, fue uno más de los personajes populares (impopulares)
de nuestro país (según la mirada), nació bajo el alero de la necesidad y la
prohibición, se ganó la vida llevando un contrabando que no le reportó mayor
ganancia. Pero, con sacrificio, logró lo que siempre buscó, sobrevivir.
REFERENCIAS DIRECTAS:
Régimen antialcohólico en Tarapacá y Antofagasta
Revista Dedal de Oro, El Guachuchero
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