El Coloso
El Bastión sur de la Bahía de Antofagasta
Los cerros —cualesquiera que sean estos— están ahí, a nuestro
alcance, y podemos disfrutar y/o usufructuar de ellos —siempre y cuando no
estén intervenidos por terceros— desde todos los ámbitos. Es decir: deportivos,
económicos, logísticos, paisajísticos, de investigación e inclusive literarios.
Sobran los motivos para hacer de una cumbre un punto de interés relevante; es
más, sirven inclusive para mejorar la economía de un lugar, aunque esto —el
proyectar a una ciudad y desarrollar sus puntos de interés turísticos— requiere
de gente distinta, gente que aún no ha nacido.
Un domingo distinto
Resulta inexplicable para los demás, especialmente para
aquellos que gustan de una vida más apacible, pero podemos subir innumerables
veces a la cumbre del Cerro Coloso y todas ellas nos resultan gratas y
diferentes, siempre encontrando algo nuevo en el recorrido o simplemente
viviendo nuevas experiencias.
Ahora bien. El Coloso es una enorme mole que se yergue por
sobre los 900 m s. n. m. en el extremo sur de la bahía de Antofagasta y, según
los expertos, esta mole es muy anterior a la formación de la cordillera de la
costa; es decir, mientras esta parte del territorio estaba bajo el mar, El
Coloso ya recibía la luz del sol y es probable que contase con vegetación y su
propia fauna.
De igual manera, cuando vamos subiendo por las grietas de
esta mole y fijamos la vista en lontananza, especialmente mirando al este, es
factible el poder imaginarnos cómo se conformó este territorio con el correr
del tiempo, las enormes fuerzas que actuaron, las fallas que la circundan, los
flujos que se fueron depositando y la vida que fue quedando oculta e inerte en
los diversos estratos. Todo esto es posible de advertir recorriendo la base de
esta imponente mole y que resulta más fácil de notar e imaginar desde la
cumbre.
Pues bien. El Coloso no es tan solo un promontorio que nos
puede hablar sobre el pasado remoto; también es la cuna de nuestra Antofagasta,
es decir, un pasado algo más reciente. La historia nos dice que, por estos
lugares, en una de sus tantas ensenadas, desembarcó el cateador Juan López,
aquel que puso (simbólicamente) la primera piedra de nuestra ciudad, lo que él
llamó Peña Blanca; pero, cuando López decidió avecindarse definitivamente por
estas playas, no lo hizo solo. Junto a él llegaron varios personajes, entre los
que destacamos a los hermanos Carabantes, quienes se establecieron por los
alrededores del Coloso y explotaron algunos yacimientos de cobre. Hemos de
decir que una de dichas vetas aún es posible advertir en una de las abruptas
laderas del cerro.
El Coloso nos parecerá en la actualidad un promontorio termo,
inhóspito y rocoso, pero la historia nos dice algo distinto y solo nos debemos
transportar —con estudios en mano— al pasado reciente. Haría unos 10.000 años,
estaba culminando la última glaciación y nos indican los expertos que, por la
zona cordillerana, los niveles pluviométricos eran mucho mayores. Dicha agua,
la nieve y el hielo marcaron profundamente el territorio, dejando profundas
grietas que podemos advertir en la actualidad.
Por las zonas intermedias del desierto, por donde hoy nada
crece ni prospera, también había vegetación —una megaflora— y también una fauna
variada —megafauna— y esto se advierte —especialmente— en la región de
Tarapacá, en donde nos encontramos con asentamientos humanos en el medio del
desierto. Dichos asentamientos contaban con sistemas básicos de regadío y
vivían de la agricultura y la crianza de animales, algo impensado en los
tiempos actuales.
En Antofagasta no debe haber sido muy distinto; hablamos de
la vida contenida en el desierto y los efectos de la última glaciación. Por
esta parte del territorio contamos con dos grandes cauces que provienen desde
el interior, desde las alturas. Hablamos de Quebrada Caracoles y El Profeta.
Ambas se juntan por el sector superior del sector La Negra (inmediatamente
superior al Coloso) y se distribuyen por las diversas quebradas que dan a la
costa. De igual manera, en un tiempo de mayor humedad, hará 10.000 años y 3.500
años atrás (un tiempo muy húmedo en donde se rellenaron los acuíferos del
desierto), la humedad en la costa debe haber sido mucho mayor a la actual y lo
que hoy encontramos, tan solo islas de vegetación, debe haber formado parte de grandes
paños verdes de vida como lo vemos en el sector de Paposo al norte. Con lo
anterior y teorizando, Coloso aún conserva vida, escasas especies adaptadas a
la sequía intensa, pero en tiempos no tan remotos, dicha vegetación pudo ser
abundante, diversa y permitió la vida de muchas especies animales, incluyendo a
los guanacos. Estos rumiantes nos dejaron el testimonio de su presencia con sus
intrincados senderos, los revolcaderos y defecaderos. También estuvo presente
el hombre por la cumbre, quizás en búsqueda de cuarzos para sus puntas de
proyectiles y/o en búsqueda de su alimento, tanto de vegetales como de
animales. Por el extremo sur del imponente Coloso se advierten las profundas
grietas que no fueron modeladas exclusivamente por el viento, eso es evidente;
el agua corrió por dichas laderas en su camino al mar y todo el territorio,
desde su zona superior y desde las cumbres, contuvo vida natural que debió ser
prodigiosa, inimaginable y definitivamente desconocida.
Antofagasta -la región- cuenta con una gran infinidad de
cerros, desde los pequeños que dan la espalda a la ciudad hasta aquellos que
sobrepasan los miles de metros y que incitan de manera misteriosa a subir,
llegar a su cumbre, pero el Coloso no es tan solo la atalaya que domina desde
el extremo sur, fijando su vista en el homólogo de Deriva, aquel que se
encuentra en la punta norte de la bahía, el Morro Moreno. Coloso es parte de la
historia de Antofagasta y forma parte de los grandes mitos y leyendas que se
han tejido por los antiguos habitantes, esos que murmuraban que, en una de sus
laderas, había una gran veta de oro, una veta que fue confidenciada por un
indio —a quien le salvaron la vida— y en agradecimiento brindó las coordenadas
de dicho dorado, pero como suele suceder, el confidente nunca gozó de dicha
fortuna, murió trágicamente camino al derrotero y se fue al fondo del mar con
el secreto de su ubicación. La historia se conoce (aún) como “El Derrotero de
Naranjo”.
Es verdad. Subimos un cerro, ínfimo para muchos, apenas 940
m.s.n.m. con distancias totales de 14 km de acarreos, pendientes, muros y
bordes, pero la finalidad —para nosotros— no era tan solo el llegar a la cumbre
y bajar sanos; para nosotros va mucho más allá.
El dominio del coloso
https://caminantesdeldesierto.blogspot.com/2018/06/el-cerro-coloso.html
Apart en la Cuenca del Coloso
No hay comentarios:
Publicar un comentario