El Derrotero del Cerro Plomo
Panizos Blancos
Un libro maravilloso, con letras que debiesen estar en la
memoria de nuestra población puesto que, los derroteros, son parte importante de
nuestra identidad nortina (de Tocopilla, Mejillones, Taltal y Antofagasta)
Ahora bien, estas letras nos llevan en una travesía, en un misterioso viaje por
nuestra tierra, en tiempos pretéritos y en un lenguaje muy simple. Son letras,
que nos hablan de epopeyas, de hombres luchando solitarios contra parajes
abiertamente inhabitables, con temperaturas abrasadoras durante el día y con
fríos que calan los huesos por las noches, sin agua y sin posibilidad de hallar
alimento en el terreno (Cita de Wilfredo Santoro Cerda), pero encontramos algo
más, en este relato, algo que nos habla de sueños, esos sueños de riquezas que
siempre están a la vuelta del cerro.
Tal como indica su encabezado, “estamos ante una novela de
ficción relacionada a búsquedas de tesoros” una novela llamada "El
derrotero del cerro plomo”, es una leyenda que se basa en una narración
verídica" escrita por Jean Arondeau. Ahora, sobre el autor poco o nada
hemos encontrado, pero su escrito. El texto completo, lo dejamos íntegro para
vuestro deleite.
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Así comienza:
Diversos motivos, entre los cuales no era el menor mi deseo
de “rodar tierras”, me hicieron llegar por primera vez al puerto de Antofagasta
en un luminoso día del mes de Enero de 192… Gracias a un amigo de mi padre,
pude emplearme, casi inmediatamente, en una firma extranjera, y así empiezan
los acontecimientos que han dado vida a este libro. Se desempeñaba como
Mayordomo de la Casa, un simpático setentón a quien denominaremos Apolónides
Ulloa, que era muy estimado de cuantos trataban con él por su carácter afable y
servicial y por sus dotes de corrección y honradez. Ulloa era sobreviviente de
la campaña de 1879 y también había tomado parte en la revolución de 1891.
Aparte de estos títulos, que de por sí encierran la idea de aventuras, Ulloa
había sido un incansable viajador y era agradable oírlo contar sus anécdotas
que salpimentaba con interesantes experiencias.
Como él residía de firme en Antofagasta, se había hecho de
una casita situada en los alrededores del puerto y que había convertido
pacientemente en un pedazo de nuestro florido Sur. Vivían con él, su esposa y
su hija, casada ésta con Moisés Aguayo, a quien también veremos figurar en los
acontecimientos. Dos o tres meses después de mi llegada, me había hecho un buen
amigo de Ulloa, llegando por último a vivir en su casa, donde prácticamente,
encontré un segundo hogar.
Durante un feriado y con objeto de conocer las oficinas
salitreras, me dirigí a la pampa, portando una carta de Ulloa para uno de sus
amigos, que fue muy atento y servicial. Pocos días antes de mi regreso a
Antofagasta, un accidental conocido que se jactaba de ser el mejor “baqueano”
de la provincia, me invitó a que lo acompañara al “cateo” de unos valiosos
yacimientos de plata, cuya ubicación sólo él y su mozo conocían.
Anexamos el mapa y parte del escrito original para que vayas
en su búsqueda, en una de esas, la historia resulta cierta.
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