Siempre hemos sostenido que Caminantes del Desierto – institución laica – es patrimonio y cultura, y su primer tenor son nuestros integrantes. En lo nuestro (los viajes y recorridos) vemos la posibilidad de conocer, aprender, compartir nuestras experiencias y divulgar todo aquello que nos resulte relevante. Es decir, somos ciencia ciudadana enfocada en, y, la comunidad. Para muchos, especialmente para los intrincados, los Jaliscos Zapata y Tarreas diversos, sonamos a turismo, pero no lo somos. Los que hacen turismo, hacen turismo.
A la Ruta
Hará un par de horas atrás salimos desde la Localidad de
Camiña, en la región de Tarapacá. Abordamos la carretera cuando ya caía la
noche (hora en que asoma el hambre y caen los párpados) y nos dirigimos a la
Quebrada de Retamilla, específicamente a la hacienda de Tiliviche.
Cristian Keith (un nombre y un hombre que sobresalen) y su
señora nos dan la bienvenida al llegar y nos hacen sentir en casa. Pero lo
primero es lo primero, a comer, luego vendrán las actividades.
Pero, ¿Dónde estamos?
Nos encontramos en Tarapacá, Chile, muy próximos a los
límites con la región de Arica-Parinacota y en medio del desierto salitrero,
muy dentro de la quebrada de Retamilla, también llamada quebrada de Berenguela
o quebrada de Paucata, o río Tiliviche, el cual corresponde a un curso de agua
intermitente que nace en la Sierra de Tolompa y fluye con dirección general
oeste hasta unirse a la quebrada de Camiña.
Según la cartografía consultada, nace con el nombre de
quebrada de Berenguela, de la unión de varios cursos que drenan las laderas del
lado sur de la sierra de Tolompa (4580 m) en el cerro Cotasa. Se dirige al
oeste hasta Tiliviche donde pasa a tomar ese nombre, y se une a la quebrada de
Tana o Camiña en Quiuña Bajo, unos 18 km antes de su llegada al mar. En total
tiene un desarrollo de 125 km, y desemboca en las cercanías de Pisagua (extremo
norte).
Sobre el significado del nombre Tiliviche, nada, no hemos
encontrado nada. Aunque don Cristian Keith refiere que significa “lugar de poca
agua”, no encontramos referencia alguna en este sentido ni en otro (hemos de
decir). ¿Podrá pertenecer este vocablo,
así como otros similares de la zona (Tilivilche, Calpiche, Saucache, etc.) a
las lenguas de los antiguos habitantes Camanchacos o Proanches? No lo sabemos.
¿A qué hemos venido a este lugar?
A aprender in situ. Es tanto lo contenido en esta parte del
territorio, un territorio que nos transmite tanta historia - según donde
observemos – y que se encuentra tan cerca, al alcance de nuestras manos, de
nuestras mentes y conocimiento. Diantres, es demasiada la emoción.
Han de saber que el lugar está situado en un territorio
ganado en guerra (digan lo que digan) y en este suelo se libraron las primeras
batallas de nuestros recordados rotos en la guerra del Pacífico (Honor y Gloria
a ellos). También podemos advertir la gran cantidad de testimonios dejados por
los antiguos habitantes a través del territorio por milenios y, por último,
algo que siempre hemos recalcado: Aquí es donde se inicia la historia del
Salitre, en su forma comercial. Antofagasta fue muy tardío en su despertar al
oro blanco y, por lo tanto, no todo lo que se atribuye - como nefasto - a esta
industria, fue de igual proceder en nuestra región. ¿Qué nos falta? Lo más
valioso, la flora, la fauna, el pasado paleontológico (los dinosaurios) y los
minúsculos.
¿Encontraremos algo nuevo? ¿Daremos con alguna especie que se
creía extinta?
¡Dios salve al rey! Hummm. No salvó a la reina.
Sábado 10 de febrero (22:00 horas)
Estamos en la Hacienda de Tiliviche, de cuyo nombre no sabemos el significado. Según la historia, este espacio (la propia hacienda) perteneció desde mediados del siglo XIX a empresarios ingleses vinculados a la explotación salitrera. Hoy en día únicamente quedan como vestigios de este período la casa patronal, un cementerio (monumento histórico nacional) y la vasta hacienda, bajo las manos de descendientes de ingleses (escoceses, tal vez antiguos y aceptados). De estos antiguos propietarios desciende nuestro anfitrión, don Cristian Keich, quién ha establecido en este lugar una pequeña Hostería y brinda alojamiento y recorridos por los sectores históricos más llamativos del lugar.
Antes de cerrar los trabajos de medianoche, nos disponemos a
caminar por la penumbra de la quebrada, entre la maraña de juncales y totoras y
atravesar dicho río (arroyo) para dirigirnos al renombrado Cementerio Inglés
(sin té alguno, my God). La noche estrellada nos sirve de farol o linterna
mientras avanzamos por sobre tablones, subimos algunos obstáculos, quedamos
abrazando algún espino o tamarugo, nos engolosinamos con la visión de unas
antiguas carretas y tropezamos con alguno que otro tronco. Desde la casona, el
cementerio se observa lejano y estamos algo cansados, pero somos Caminantes y
debemos avanzar. Parece increíble, pero aquella distancia no parece tal al
hacerlo de noche, ha de ser la adrenalina, la emoción, el temor a quedar solo,
quién sabe, pero ya estamos a las puertas del cementerio, aunque vivos y
sanitos. Puertas de hierro inglés, nos agrega Don Cristian.
Dobla la llave suavemente, giran pausados los goznes y se
abre la puerta. Nos adentramos a una parte de la Historia del salitre y es la
cuarta vez que me codeo con un millonario o familiar de un millonario (háganse
esa). Estoy junto a Henry North, hermano de John Thomas North. Vienen las
explicaciones, las presentaciones de cada uno de los que aquí reposan (no de
todos) se deja para el final las o los difuntos que más sobresalen, especialmente
Santiago Humberstone considerado como el padre de la industria salitrera y cuyo
nombre verdadero era James Thomas Humberstone.
A un costado, en el extremo izquierdo y en la parte superior
de una pequeña ladera, sobresalen unas cruces de madera que, a todas luces, no
forman parte del conjunto y siquiera llevan nombre. Don Cristian nos dice que
son tumbas de soldados bolivianos, muertos en la Guerra del Pacífico ¿En cuál
jornada o batalla? No hay antecedentes, pero están ahí. En la página web tarapacainsitu.cl
aseveran que serían Colorados de Daza. Si fuese así, debiesen corresponder a
alguna avanzadilla de la división Daza que venía por Camarones y se encontraron
con tropas chilenas antes, durante o después de Dolores ¿Será mucha
especulación? No hay certeza alguna, en todo caso, ya que se desconoce la
identidad de los soldados, allí enterrados en un gesto de humanidad.
Es el momento de volver a la hacienda y darnos un buen baño
en la piscina, lo tenemos bien merecido. Luego al descanso, mañana será un
largo día.
Amanece temprano por estas partes del desierto, no escuchamos
al gallo cantar porque no hay gallo, aquí sólo hay patos y debemos desarmar el
campamento, exclusivamente los que dormimos a la intemperie, y dirigirnos
raudos a desayunar, esto último no es por tiempo, estamos bien con Cronos, es
que tememos que no nos dejen nada para merendar los más madrugadores, ya saben,
pájaro que madruga se come el desayuno
Después de un buen desayuno, todos a bordo del bus, y nos
vamos a conocer los Geoglifos de Tiliviche.
Muchos ya conocen estas maravillas, ya sea en forma directa o
por imágenes. Nos referimos a la representación - en una ladera de la quebrada
- de un gran tropel de llamas que avanza en dirección a la costa seguida, por
una figura humana que los entendidos interpretan como pastor (debiera ser
caravanero).
Recabando información sobre estas figuras (hermosas por
demás), vemos que han tenido más de alguna intervención, esto nos los hace
saber nuestro anfitrión, quién ha detectado a vándalos durante el tiempo de su
administración, quizás cuantos más ha habido en el tiempo.
Consultando las memorias de Don Horacio Larraín Barros, este
dice en una de sus crónicas:
“Fue retocado por obra del arqueólogo piqueño Luis Briones y
su equipo de la Universidad de Tarapacá en la década del 1980. Algunas figuras
han sido dejadas al parecer deliberadamente incompletas, por falta y/o
desprendimiento de parte del material de origen. Los restauradores han señalado
que quieren ser fieles a lo existente, no atreviéndose, con toda razón, a
aventurar su posible forma original, al hallarse hoy las figuras muy
incompletas. Por desgracia, no sabemos con certeza si existen fotos más
antiguas que pudieran atestiguar hoy, en forma fidedigna, su forma original.
Sospechamos, sin embargo, que en el archivo Hans Niemeyer, del Museo de
Historia Natural, habría fotografías que sirvieran de base para su diseño,
publicado en 1983, al que nos referiremos luego”
Es decir, tuvo su intervención con la finalidad de restaurar.
Entonces, hay imágenes que nos muestran este geoglifo hará décadas atrás.
Sigamos con Don Horacio.
“Existe, afortunadamente un cuidadoso diseño a pluma hecho
por Hans Niemeyer, seguramente en base a sus propias fotografías, el que
aparece en su obra: Arte Rupestre Chileno, (autores Grete Mostny Glaser y Hans
Niemeyer Fernández), Publicación del Departamento de Extensión Cultural del
Ministerio de Educación, Serie El Patrimonio Cultural Chileno, Colección Arte
Chileno, Santiago, 1983). En las páginas 18-19, a doble página, se exhibe el
valioso conjunto o panel. En el dibujo de Niemeyer logramos distinguir hasta
unas 70 figuras representadas, algunas de ellas apenas insinuadas. Este dibujo
a pluma, conociéndose la acuciosidad de su autor, no nos cabe duda que fue
hecho con el mayor esmero y prolijidad. Presenta algunas claras diferencias con
la restauración hecha por Luis Briones en la década del 80”
Más. ¿Qué significaban estos motivos para los antiguos?
¿Me preguntan a mí? Yo no soy el experto, debiera
respondernos Don Horacio, ante la pregunta de qué significaban estos dibujos
para los antiguos.
¿Eran señas indicadoras de determinas vías o rutas, para no
errar el camino, al modo de una señalética moderna como anotó ya en la década
del 60, del pasado siglo, el arqueólogo piqueño Lautaro Núñez? ¿Advertían, tal
vez, respecto de la presencia cercana de agua o alimento para los animales?,
¿Indicaban, a lo mejor, lugares de descanso, de corrales para el encierro del
ganado transeúnte? ¿Indicaban a veces o sugerían tal vez la presencia de algún
peligro, de posibles ataques de felinos carniceros? ¿O eran, tal vez, posibles
lugares de realización de cultos, ceremonias o ritos relacionados con sus
animales y su traslado feliz a lugares más alejados, para alejar posibles
peligros? La verdad, no lo sabemos con certeza. Las respuestas actuales de los
científicos son meras especulaciones, más o menos coherentes, y se suelen
basar, a lo más, en analogías etnográficas, es decir, en procedimientos
semejantes usados por pueblos ganaderos actuales o relativamente recientes, de
los cuales han quedado testimonios escritos o gráficos. Y este método de
inferencia es perfectamente legítimo, bajo algunas condiciones básicas. Pero,
con sinceridad, nunca podremos saber qué significaron éstos exactamente para
los pueblos antiguos. Casi seguramente, cumplieron varias finalidades a la vez.
Una de ellas, posiblemente, la señalización de existencia de recursos de
variada índole en sus proximidades.
Hay algo que nos llama profundamente la atención, más bien nos
produce un leve ruido o chasquido en la mente. Según los antiguos arqueólogos
faltan figuras en todo este conjunto, especialmente la de un par de felinos.
Nosotros somos contemporáneos y supimos de este lugar hará muy poco tiempo
atrás, por lo tanto, no tenemos idea de cómo se vio en un principio o, en su
forma original. Tal como la vieron los primeros arqueólogos y que pasó con el
correr del tiempo.
Arte Rupestre Chileno, publicado por el Ministerio de
Educación de Chile, en Santiago, en 1983. Sus autores fueron los connotados
arqueólogos Hans Niemeyer Fernández, ingeniero y arqueólogo y Grete Mostny
Glaser, arqueóloga. En su época, los más conocidos estudiosos del arte rupestre
chileno. En su interior (págs. 18 y 19), hay un diseño muy detallado y realista,
de la pluma de Niemeyer, del estado de conservación de este panel de los
geoglifos de Tiliviche de esas fechas (hacia 1975 -1980)
Don Horacio dice en sus crónicas.
“Obsérvese, del medio a la izquierda, en color azul, el
grabado de un felino, casi de cierto un puma (Puma concolor L.) en medio del
ganado, depredando sin duda y atacando crías nuevas. En rojo, a la izquierda,
aparece un personaje que suponemos sería el pastor del ganado en arreo, al
parecer enarbolando una honda o huaraca. Niemeyer no se percató de que, en el
extremo oeste del mismo diseño, abajo, aparece otro puma, también como el
anterior, caminando en dirección contraria a la marcha del ganado. Seguramente,
la foto sobre la cual trabajó Niemeyer su diseño final, no alcanzó a captar con
nitidez las 4 o 5 imágenes que se encuentran al extremo poniente del conjunto
(izquierda) y que en este diseño de Niemeyer se ven muy borrosas. Que tengamos
noticia, esta obra de Niemeyer sería la primera representación gráfica que
existe de este panel de camélidos, uno de los más bellos y notables entre los
geoglifos del Norte de Chile. No conocemos ninguna otra fotografía o diseño
anterior a ésta”
Volvemos a la hacienda, ya arrecia el calor y el hambre, y
aún falta por empacar para dirigirnos a nuestro siguiente destino, la ex
oficina salitrera Santiago Humberstone. Pero antes, una breve parada en las
cercanías de un montículo funerario (a un costado del camino) y una breve
visita a la piscina. Que sacrificio.
TILIVICHE: Una Hacienda con Vista a la Historia
Mucha historia tiene Tiliviche, la Hacienda que se asoma al
paso de los vehículos en la quebrada que lleva su nombre en la ruta que une
Iquique y Arica. Desde lo alto es posible ver la vegetación, los geoglifos
aledaños e incluso el cementerio inglés. Quienes nunca se han detenido, en un
viaje por carretera a Arica, aquí pueden encontrar parte de lo que se han
perdido.
Memoria
En el sector norte de la Pampa del Tamarugal, en cantones
como Negreiros, Sal de Obispo y Pampa Negra, se había iniciado, en 1809, la
fase de industrialización del salitre, con la instalación de las Paradas, como
se denominaba a los primeros obrajes de producción del nitrato potásico, según
la técnica creada por Tadeo Haenke. Hacia 1860 las Oficinas de Parada
compartían en la Pampa con las Oficinas de Máquina, según el sistema ideado por
el chileno Pedro Gamboni Vera, quien había introducido el vapor, seguido del
también visionario inglés, George Smith.
En muchos casos los pequeños propietarios de las Paradas,
vendían el salitre que elaboraban a casas mayores, como Hainswort & Cía, la
que funcionaba en Santiago y Valparaíso. Ésta además les proveía de maquinarias,
herramientas e insumos en general, necesarios para el funcionamiento de sus
establecimientos. En el caso específico que se relaciona con Tiliviche, la
Parada de un español, de apellido Astaburuaga, no logró las ganancias
suficientes, quedando en deuda con la firma británica, la que procedió a
enajenarle sus bienes, que no solo comprendían la Parada, sino también la
mencionada Hacienda de Tiliviche.
El encargado por la empresa de viajar a la zona fue John
Syers Jones, quien administrará la salitrera y la hacienda, la cual producía
alfalfa para sustentar a la gran cantidad de mulares que se utilizaban en las
faenas y transporte del salitre, además de producir hortalizas con las que
proveía a los campamentos y pueblos para las oficinas de la Pampa Norte. La
hacienda contaba y cuenta con una superficie de 950 hectáreas, tanto de
terrenos cultivables, habitacionales, corrales y funcionales a toda la intensa
actividad agrícola e incluso social que allí se desarrollaba.
Mucha historia en Tiliviche, como lo son los últimos días del
Gran Mariscal Ramón Castilla Marquesado, tarapaqueño, el benefactor mayor de
Iquique desde mediados del siglo XIX, y que volviendo del exilio en Chile
intenta arrebatar del poder a Mariano Ignacio Prado, desembarcando en la caleta
de Mejillones, para emprender con rumbo a Arica, con punto intermedio en
Tiliviche. Ya muy debilitado, acompañado de su escuadrón principalmente de
coterráneos, entre ellos Manuel Almonte Vigueras, fallecerá antes de llegar a
la Hacienda, donde sus restos fueron velados en la noche del 30 de mayo de
1867.
Oasis de descanso eterno y de vida esta hacienda, donde se
reunía la sociedad británica y de otras naciones europeas de fines del siglo
XIX y comienzos del XX, transformándose en un lugar de recreo y de eventos en
medio del desierto. La arqueología deparaba una sorpresa adicional: Tiliviche
fue el sitio donde se produjo el primer cultivo en la región tarapaqueña, hace
6000 a 4000 años atrás, con el Piricinco coroico, una especie de maíz
proveniente de zonas (pre) amazónicas y donde hoy se esfuerzan por producir la
vid para el “vino del desierto”. Y Hay más arqueología con sus petroglifos,
hacia el oeste de la Hacienda y el enorme panel de geoglifos, al norte de la
misma.
La hacienda pasa a ser parte de la Outram, Campbell &
Cía., de la cual es parte John Syer Jones, pero que ahora debe preocuparse de
atender más la parte industrial, así que la firma en 1870 contrata -en realidad
ya existía el acuerdo de compra – venta-, al irlandés, Adam Keith O´Connors y
su señora, la escocesa Anna Mc Ghee O´Donnels, quienes arriban a Pisagua con
sus 6 hijos: Sara, William, Adam Maggie, John y Annie, naciendo James en
Tiliviche.
Adam Keith ahorrará y, según lo preestablecido, adquirirá la
Hacienda Tiliviche a esa compañía, el 14 de marzo de 1889, la que era
propietaria de la Oficina Salitrera Agua Santa, la primera del Sistema Shanks
aplicado por Santiago Humberstone en 1878, y del importante puerto de Caleta
Buena. Además, a esa altura ya proyectaban la construcción del Ferrocarril de
Agua Santa.
La alta presencia británica asentada en toda la pampa y,
especialmente en los cantones (distritos salitreros), entre Zapiga y Huara, la
lejanía del puerto de Iquique y la ausencia en la pampa de cementerios
organizados, llevaron a la colonia británica a establecer entre 1876 - 1877 un
cementerio propio, guardando este “British Cemetery” el descanso eterno de
célebres personajes de la historia del salitre y de la gesta británica que fue
preponderante por décadas en esa industria. Entre ellos, uno de los “Padres de
la Industria Salitrera”, James Thomas Humberstone (Dover, 1850 - Iquique,
1939), quien nunca abandonó este norte; a Henry North, hermano del Rey del
Salitre, John Thomas North, de la Familia Outram y; por supuesto, a generaciones
de la Familia Keith, hasta la actualidad.
Su fase de decadencia adviene junto con las crisis del
salitre, en la década del 20. Con la Gran Crisis de 1930 se tornará más difícil
la situación, pero en sucesivas generaciones, la familia mantendrá la Hacienda,
la que hoy se proyecta como uno de los puntos de interés patrimonial-turístico
más importantes e interesantes de la historia del salitre y de la presencia
británica en ésta, y mucha más historia en todas sus fases y épocas.
De la consideración de este escribano:
No nos debe extrañar que se hubiese establecido un cementerio
particular y muy especialmente para los ciudadanos ingleses. En aquellos
tiempos imperaban los Cementerios católicos regidos (reitero, regidos) por la
iglesia y quien no era católico, no tenía posibilidad alguna de reposar en
alguno de los cementerios establecidos. En el siglo XIX, esta hacienda estaba
bajo jurisdicción del Perú, hasta la guerra del Pacífico.
La Casona de Tiliviche debe haber sido una maravilla en su
tiempo, aunque deteriorada y todo, igual lo sigue siendo. Como dice Don
Cristian, trabajo inglés. La verdad. Independiente que dicha casona nos
cobijase por una noche y nos apapachasen sus antiguos moradores, es un museo en
el desierto y una muestra de la cotidianeidad de algunos de sus habitantes, especialmente
del inglés y del grandioso ciclo del salitre, aquel que brindo vida a los
suelos del mundo y puso a este pequeño país en los mapas de la minería.
Sobre lo demás, habrá otro tiempo y otras hojas en blanco
para escribirlas. Debemos partir al sur, quizás nos crucemos por el camino con
Run-Run de quién se dice, se vino al norte.
Habrá que llevarse amarrado al Sr. Bichólogo, cómo le encanta
la naturaleza a este señor.
Al final ¿Qué significa Tiliviche?
Seguiremos buscando. Nosotros somos visita.
Para saber un poco más.
Doctor Horacio Larraín Barros. Eco-Antropología Cultural.
Tiliviche
https://eco-antropologia.blogspot.com/search?q=tiliviche
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