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viernes, 14 de febrero de 2025

EL GRAN AMOR DE IRENE

 El Gran Amor de Irene

(Virutas Históricas del Antofagasta Antiguo)



Estamos rondando el 14 de febrero, una fecha que reúne a los enamorados y muy especialmente a los antofagastinos, más bien, a los pocos antofagastinos que vamos quedando y nos permite – a su vez – adentrarnos en nuestra historia, hablar de los primeros occidentales que se establecieron por estos lares (los pioneros) y de todo aquello que nos permite – con la venia de la capital – contar con algo de identidad propia, lo que llamamos identidad del desierto.

 

Pues bien, Antofagasta, en sus inicios, fue un territorio de hombres y para hombres (cualquier reclamo por esta apreciación, dirigirse al ayer histórico) aunque también hubo mujeres.

Las primeras en arribar por estos parajes (de las que tenemos referencia) fueron la señora Carmen Zabala (esposa de Juan López) y también de la nuera de Juan López, aunque el hijo era exclusivo de la señora Zabala, fruto de su primer matrimonio. Entonces y en honor a la verdad, Antofagasta cuenta con dos mujeres en su nacimiento.

(No nos den las gracias, es parte de nuestra tarea)

Con el correr del tiempo el denominado sexo débil se fue haciendo más masivo por el territorio, como nos dice Don Antonio Acevedo Hernández.

“Los viejos, sentados a la orilla del mar, queman sus cigarrillos y piensan en las macabras caravanas vestidas de seda, del pecado tan fascinante y tan fugaz. Se estremecen todavía al recordar a las maravillosas mujeres, venidas desde todos los rincones del mundo a Antofagasta, a cambiar pecados por oro, a confundir lágrimas con risas, y placer con muerte”

Aunque no todas venían a cambiar lágrimas por oro, es decir, sin trascendencia. Algunas dejaron – sin querer o sin pretenderlo – una huella que va tomando relevancia en estos tiempos y solo hay que buscar en las antiguas publicaciones para dar con ellas y traerlas al presente.

Este sería el caso de una mujer que hubiese pasado totalmente desapercibida, si no hubiesen ocurrido ciertos hechos que la alentaron y la sacaron del silencio. Hablo de Irene Morales Galaz, la afamada Cantinera del ejército chileno (Guerra del Pacífico) de la que aún se hace cierta mención por parte de los historiadores (especialmente del Perú), ya que ciertas acciones de ella resultan reprochables en todo tiempo.

De mi consideración y como una explicación muy clara - más que todo dada para los connacionales – luego de los hechos macabros de la quebrada de Tarapacá, no pidan misericordias.

 

El Gran Amor de Irene

Algo de la historia de Antofagasta.

 

Estamos ante un escrito del señor Patricio A. Espejo Leupin, quién rescata – del inminente olvido - el relato recogido por un testigo de la muerte de Santiago Pizarro (pareja de la cantinera Irene Morales). Esta es una publicación que apareció en diario "El Industrial" (1928) y esta fue redactada por el periodista Godofredo Araya en el que hace alusión a los verdaderos sucesos de la muerte de Pizarro, en una versión muy detallada y distinta a la publicada por historiadores y otros cronistas.

 

Don Patricio nos dice, además, como preámbulo:

 

“El nombre citado en el título, para los interesados en la guerra del Pacífico, quizás suene conocido Santiago Pizarro, pareja de Irene Morales en los años del Antofagasta boliviano, quién fue la fuente trágica de sus motivaciones guerreras. Entre el cúmulo de documentos que guardo para un futuro libro con textos antofagastinos.

El relato por tratar difiere de los conocidos. Es una crónica en 4 partes, publicada en 1928 en el diario El Industrial por el periodista Godofredo Araya, sobre la vida de Morales. Allí recoge el testimonio de un compañero de Pizarro en la banda de músicos del Cuerpo de Rifleros, donde él era clarinetista.

El artículo cuenta que el director, Felipe Núñez, había perdido todo el dinero de la banda ante Pizarro, jugando al monte. Al no poder entregarlo, contó lo sucedido a la policía, quienes allanaron la casa del músico, el que perdió no solo lo ganado sino también dinero propio.

 Ahora bien. Envalentonado por unas copas, Pizarro dio muerte a Núñez – que era chileno y no boliviano como se ha dicho- el 23 de junio de 1878. Condenado a muerte, se solicitó el indulto a La Paz, destacando la Sociedad de Beneficencia de Señoras donde era secretaria la señora Carmen Castillo, famosa después por su trabajo mutualista. La pena se conmutó por 3 años de relegación, pero sin esperar el dictamen conocido a través de la esposa del portugués Rodrigo Neves- el músico fue fusilado el 24 de septiembre.

En la tumba, Morales colocó una lápida de mármol realizada en Valparaíso. Araya nos cuenta, aparte de su ubicación, que fue costeada por la hermana del finado, residente en Los Andes.

Conocí esta sepultura en octubre de 2006, cuando aún era “visitada”. Muchas veces, sobre todo los 1 de noviembre, apareció decorada con flores. Pasó el tiempo, y hace un par de años su presencia fue difundida en los medios. Poco después, por esos insondables de la Providencia, un funcionario caía justo en esa bóveda, quebrando la lápida que había sobrevivido 141 años. ¡Triste fin para tanto infortunio! “

 

Sobre Santiago Pizarro e Irene Morales

La cantinera (fragmentos).

Por Godofredo Araya Cortés.

El Industrial, febrero de 1928.


Godofredo Araya Cortés


“…He aquí, inédita historia, referida por uno de los profesionales músicos que fue testigo de la tragedia, la relación que nos ha hecho hoy, para escribir este artículo. Santiago Pizarro era Bajo de la Banda del Cuerpo de Rifleros, y Músico Mayor o sea el director, era el músico chileno Felipe Núñez. En los días de junio de 1878, el Circo Inglés funcionó en el sitio esquina suroeste de la Plaza Colón. El Músico Mayor, Núñez, percibió del Circo para distribuir en la banda, el valor de algunas tocatas; pero, esa misma noche, perdió todo el dinero jugándolo al monte y fue ganado por el músico Pizarro, a cuyo poder pasó íntegro el valor de las tocatas del Circo. Como Núñez no pagara a los músicos, estos murmuraban y, al fin, los músicos bolivianos se quejaron a la autoridad.

Apremiado Núñez, expuso lo ocurrido y entonces el jefe de la guardia ordenó que se allanara con descerrajamiento la caja [casa] de Pizarro, donde se decía tener el dinero. La orden se cumplió violenta, retirándose todo el dinero que se encontró, incluso el que Pizarro poseía de su particular, ajeno al ganado a Núñez. Agriado Pizarro con lo que estimó una injusticia, prometió vengarse. En la noche del 23-24 de junio, noche de San Juan, la Banda de Rifleros se disponía a salir del cuartel para ir a tocar en honor del capitán del puerto, Juan Monroy. Mas, en estos instantes, se sintió una detonación: el Músico Mayor, Felipe Núñez, chileno - y no boliviano, como se ha dicho- cayó instantáneamente muerto en el propio recinto del Cuerpo de guardia. Una certera bala de rifle, disparada por el músico Pizarro, dividió la tráquea, salió por el pulmón izquierdo de Núñez y, atravesando el tabique y el ancho de la calle, fue a incrustarse en la acera del frente, en el negocio de los hermanos mellizos Meneses.

Pizarro, algo ebrio, fue encarcelado, procesado y, finalmente, condenado a muerte por sentencia del Consejo de Guerra. Entretanto Irene, desde que se produjo la tragedia, luchó denodadamente por salvar de la muerte a su amigo Pizarro.

No le faltó a Irene ninguna influencia, todos los buenos sentimientos chilenos y bolivianos fueron puestos a favor de Pizarro. Se destacó principalmente en estas influencias la Sociedad de Beneficencia de Señoras, de que era secretario la recordada filántropa de Antofagasta doña Carmen Castillo v. de Fáez.

Elevada al presidente de Bolivia, General Daza, la solicitud de indulto para Pizarro, el indulto fue concedido, conmutándose la pena en tres años de relegación que fue comunicada en carta a la señora Amanda de Rodrigo Neves. Mas el 24 de septiembre, a las cinco de la madrugada, una detonación simultánea fue sentida en la ciudad. Tropa de la Columna de Rifleros había fusilado al músico Santiago Pizarro. Ese mismo día se dio a conocer el indulto que había otorgado el Presidente Daza.




¿Se fusiló a Pizarro premeditadamente por las autoridades de Antofagasta?

¿Por qué no se esperó la resolución del presidente de Bolivia?

Como un póstumo recuerdo, Irene colocó en la tumba de Pizarro una gran lápida de mármol, grabada en Valparaíso y costeada por una hermana de Pizarro, que residía en Los Andes. Esta lápida, que fue la primera de mármol colocada en el cementerio de Antofagasta, dice: “Aquí yacen los restos de/ Santiago Pizarro/ muerto el 24 de septiembre de/1878 a las 5 de la mañana a la /edad de 25 años”.

Godofredo Araya Cortés.











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