Los viejos sentados a la orilla del mar queman sus
cigarrillos y piensan en las macabras caravanas vestidas de seda del pecado tan
fascinante y tan fugaz. Se estremecen todavía al recordar a las maravillosas
mujeres venidas desde todos los rincones del mundo a Antofagasta a cambiar
pecados por oro a confundir lágrimas con rosas y placer con muerte (Antonio Acevedo
Hernández)
Antonio Acevedo Hernández
NACE LA CIUDAD
Ni los marinos que hacían la carrera del norte orillando las
costas de Chile. Ni los bolivianos dueños del lugar en que se alzaría
Antofagasta tenían la menor idea de que un día sería uno de los puertos más
importantes del pacífico. Antofagasta nacería sobre tierras y mar de la chimba,
peñón blanco ó peña blanca, nombres casi ya olvidados, Vino un hombre. El
chango López, Juan López que al decir de la gente informada no era chango, sino
más bien huaso de Copiapó.
Pues bien, esta plenamente comprobado que este huaso
copiapino. Juan López fue el primero que piso las playas de Antofagasta. Hombre
de espíritu audaz y aventurero, se arriesgó antes que nadie, a explorar la
costa entre Antofagasta y Cobija, estudiando sus caletas y haciendo excursiones
hasta donde sus recursos se lo permitían. Agregamos que todas sus exploraciones
las hacia a pie. Cuando inició sus exploraciones en 1845, según lo refiere el
mismo en un extenso memorial que envió al Gobierno de Bolivia, en 1872, dice
así; desembarco en Punta Jara, al sur de Antofagasta, desde donde dio principio
a sus reconocimientos y cateos hasta llegar a Mejillones. Empresa peligrosísima
y arriesgada, por cierto, pues iba tras lo desconocido y no contaba con más
recursos que los que llevaba consigo.
Juan López
En aquella época, ya se explotaba el
guano en Mejillones y como su primera excursión, le había resultado
infructuosa, resolvió quedarse allí prestando sus servicios a una de las dos
compañías que se dedicaban a la extracción de este abono. Estuvo en esas
condiciones hasta 1856. Después se fue al Perú donde trabajó en las guaneras
presumiblemente las islas Chinchas, para ganarse la vida, y de allí regresó en
1862, para seguir, con incansable perseverancia, en sus soñadas exploraciones
de la costa antofagastina. Como la primera vez, vuelve a esta zona y desembarcó
también en esta ocasión en Punta Jara, lugar que le servía de punto de partida,
y desde cuyo sitio siguió haciendo sus estudios y observaciones hasta llegar
por segunda vez a Mejillones.
Sin embargo, ajustándonos a los hechos conocidos se puede
destacar los últimos meses del año 1866, octubre, noviembre y diciembre, como
el tiempo más probable en que López se instaló en la Caleta de Peñón Blanco.
Basamos este cálculo en el hecho de que las relaciones internacionales entre
Chile y Bolivia se ajustaron par el Tratado de Límites que se celebró el 10 de
agosto de 1866, López dice en su memorial: “restablecidas al fin las relaciones
entre ambos gobiernos me dirigí nuevamente a este litoral”. (Como agregaremos,
la industria del guano de Mejillones establecida por Torres, López y Garday, en
años anteriores había sido obstaculizada por el problema de límites existentes
entre las dos Repúblicas). Desde la celebración del Tratado, ha transcurrido
tiempo para que López conociera la noticia, retornase a pensar en sus viejos
Proyectos, decidiera un plan de acción y dispusiera de los recursos necesarios
para su viaje, pero que había acontecido en esta zona que recién a finales de
1866 López pueda retornar a Peñón Blanco o como se le llamaba también La
Chimba, que detuvo a todos los exploradores, Cateadores e inversionistas
quienes por largo tiempo no pudieron acceder a estos territorios.
La historia es intrincada, pero procederemos a contártela.
Todo
comenzó por el guano
Tres aves marinas han sido las principales responsables de la
inmensa acumulación de guano en la parte central de las costas de Sud América:
el guanay, en un 85%, el piquero, en un 10%, y el pelícano, en un 5%. Los
agotados suelos del viejo mundo los responsables de su ávida explotación. De
las aves 2 factores contribuyeron a su multiplicación: la soledad de la región,
que les permitió convertirla en un santuario en el que podían vivir sin peligro
alguno, y el inagotable festín de anchoveta que la corriente Humboldt hacía
flotar en miles y miles de toneladas delante de su hábitat.
Casi todos los promontorios de los desiertos de Tarapacá y
Atacama y los islotes próximos se cubrieron con el excremento expelido por los
hartados guanayes, que no tenían escrúpulos en defecar en sus propios nidos y
sus alrededores. El guano fue formando capas sobrepuestas, blanqueadas al sol,
libres de erosión pluvial por la ausencia de lluvias en la zona, ganando en
espesor constantemente, hasta alcanzar en algunos lugares, como las islas
Chincha del Perú, una altura hasta de 30 metros. Cada día, mediante un ciclo
biológico muy complejo, a la vez que muy simple, toneladas y más toneladas de
anchovetas flotantes en la corriente Humboldt, eran engullidas por las grandes
bandadas de los voraces guanay y sus dos competidores, y en gran proporción,
depositadas como estiércol en los bordes del océano. Se calcula que el proceso
tuvo una duración de más de un millón de años, logrando una acumulación de
guano realmente fabulosa.
Durante siglos sólo los indígenas que vivían cerca
aprovecharon de las virtudes fertilizantes del producto, utilizándolo para
mejorar los cultivos de papa y maíz en sus parcelas de los contrafuertes
occidentales de los Andes.
Los españoles, durante la época colonial, no le dieron ninguna importancia. La revolución industrial ocurrida en Inglaterra y otros países del Viejo Mundo, que provocó la despoblación de los campos y la concentración de grandes masas humanas en las ciudades, haciendo urgente el incremento de la producción de alimentos con una agricultura más científica e intensiva, dio actualidad a los estudios que décadas antes habían hecho varios hombres de ciencia sobre las muestras de guano que el sabio alemán, Alejandro Humboldt, llevó de Suramérica a Europa en 1804.
Los españoles, durante la época colonial, no le dieron ninguna importancia. La revolución industrial ocurrida en Inglaterra y otros países del Viejo Mundo, que provocó la despoblación de los campos y la concentración de grandes masas humanas en las ciudades, haciendo urgente el incremento de la producción de alimentos con una agricultura más científica e intensiva, dio actualidad a los estudios que décadas antes habían hecho varios hombres de ciencia sobre las muestras de guano que el sabio alemán, Alejandro Humboldt, llevó de Suramérica a Europa en 1804.
El guano de aves marinas se convirtió en el remedio
regenerador el único remedio de las cansadas tierras británicas, francesas,
alemanas y holandesas. Barcos de carga lo buscaron en las orillas de África y
Australia, encontrándolo en limitadas proporciones. Su precio alcanzó la
cotización sorprendente de 25 libras esterlinas la tonelada. Los negociantes
volcaron entonces los ojos hacia los desérticos litorales de Chile, Bolivia y
el Perú.
El establecimiento de un servicio de buques a vapor, hecho
por el norteamericano William Wheelwright (que comenzó su fortuna negociando
con legumbres y aves en el puerto boliviano de Cobija), con la organización de
la " Pacific Steam Navegation Company ", en 1840, que acortó distancia,
facilitando la travesía del estrecho de Magallanes, pese a los peligrosos
vientos que obligaban a las embarcaciones a vela a dar la vuelta por el cabo de
Hornos, facilitó en gran manera la extracción del guano en las costas
sudamericanas del Pacífico.
En el Perú el negocio tuvo carácter formal desde un principio
y las arcas fiscales se llenaron con el oro aportado por los concesionarios
nacionales y extranjeros. Según el señor Belisario Liosa, profesor de
Literatura de la Universidad de Arequipa: "El Perú, libre y joven, dueño
del polvo maravilloso que los pájaros de la costa depositaban sin cesar en sus
islas del Pacífico, se dio a vivir como un príncipe. Creó empleados para todo y
para todos, llegando hasta a aceptar plazas supuestas a fin de darse el placer
de pagar honorarios falsos. Convidó a los forasteros para que recogieran
primero las migajas y después los más suculentos platos del opíparo banquete.
Perú fue, el Montecristo del mundo".
Un informe del Cónsul de Francia desde el puerto Boliviano de
Cobija, a su gobierno en noviembre de 1841 dice: "Desde el año pasado el
guano de este litoral (boliviano) ha adquirido mucha importancia, al igual que
el del Perú.
Mientras tanto Chile En 1842, el presidente Manuel Bulnes
propuso al Congreso Nacional un proyecto de ley que fijaba el límite norte del
territorio nacional en el paralelo 23. En el mensaje dio cuenta que "juzgo
necesario mandar una comisión exploradora a examinar el litoral comprendido
entre el puerto de Coquimbo y el, Morro de Mejillones con el fin de descubrir
si en el territorio de la República existían algunas guaneras cuyo beneficio
pudiera proporcionar un ramo nuevo de ingreso a la hacienda pública" El
Congreso Nacional aprobó la ley que fijó el límite norte del país en el
paralelo 23. El 30 de enero de 1843 el embajador boliviano en Santiago reclamó
oficialmente, solicitando la derogación de la ley. Chile no deroga la ley del
paralelo 23 por el contrario se centra más fuertemente en la península de
Mejillones, la más rica en guano de toda la costa del norte. Dijo una carta de
Valparaíso que se encuentra en los Archivos del Ministerio de Relaciones
Exteriores de la Gran Bretaña: "El asunto Mejillones está a la orden del
día en Chile. Su riqueza tiene deslumbrado a todo el país. La prensa no se
ocupa de otra cosa".
Manuel Bulnes Prieto
El gobierno de Santiago otorgó un permiso de explotación del
fertilizante de la península a su súbdito Matías Torres socio de Juan López. La
misma covadera había sido alquilada por el gobierno boliviano al brasileño
Pedro López Gama. Estaban en conflicto las dos jurisdicciones. López Gama
entabló juicio contra su rival en Cobija (puerto boliviano en el pacífico),
obteniendo que se embargara la casa que el chileno tenía en ese puerto. El
gobierno de La Moneda despachó dos barcos de guerra para consolidar su dominio
en Mejillones y proteger los intereses de Torres.
El gobierno de Bolivia por intermedio de su cancillería. En
nota enviada a su contraparte de Santiago, con fecha 26 de marzo de 1863,
protestó por la "flagrante violación del indisputable derecho de Bolivia
sobre Mejillones", contra "la más injustificable expoliación del
territorio de una república vecina y hermana, consumada a la vista de todo el
continente".
El ministro chileno le respondió que "Chile, íntimamente
penetrado de su incuestionable derecho, poseía por límites el desierto y
litoral de Atacama hasta el grado 23 y dispondría como dueño de los depósitos
de guano que en él se encontraban, rechazando todo acto jurisdiccional de las
autoridades bolivianas en esos parajes como injustificable agresión a su
territorio".
El presidente de la República de Bolivia, General José María
de Achá, convocó un congreso extraordinario en Oruro para que se adoptasen las
medidas urgentes que exigía la situación. se llegó a la idea de zanjar esta
querella por medio de un tratado de límites.
El gobierno propuso por medio del Encargado de Negocios
Santibáñez que la frontera fuese el grado 24 y medio, es decir, un grado y
medio más al sur de lo que Chile pretendía que fuese suyo y tenía bajo el
control de su marina.
Los asambleístas escucharon la lectura de un mensaje del
presidente Achá en el que dijo que si el Gobierno de Chile "desoía las
demandas que se le hacían y persistía en su acción, fijando por sí solo el
límite de su territorio en el grado 23: Se Pide a la Asamblea declarar la
guerra a Chile si los medios diplomáticos no son suficientes para cortar
desavenencias".
Los representantes de pueblo dictaron las dos leyes que les
pidió el gobierno. Por la primera, de fecha 3 de junio de 1863, de carácter
secreto, se autorizó al Poder Ejecutivo a buscar la alianza con el Perú, a
obtener un empréstito en Europa y a aumentar el ejército al pie que lo
requiriesen las circunstancias. La segunda, de dos días después, dijo: "Se
autoriza al Poder Ejecutivo para declarar la guerra al Gobierno de la República
de Chile, siempre que agotados los medios conciliatorios de la diplomacia no
obtuviese la reivindicación del territorio usurpado o una solución pacífica
compatible con la dignidad nacional".
Para buscar una vez más la solución pacífica al problema de
los límites, el gobierno del General Achá envió a Santiago a don Tomás Frías.
En previsión de que fracasase en sus gestiones, se destacó a Lima, al señor
Juan de la Cruz Benavente, con la misión de gestionar la alianza peruana. Don
José Avelino Aramayo viajó a Londres en busca de recursos económicos.
La posibilidad de expulsar a los barcos de guerra chilenos de
Mejillones dependía de la ayuda naval que se pudiese obtener del Perú. A cambio
de ella don Juan de la Cruz Benavente recibió instrucciones de ofrecer una
participación en los guanos de Mejillones y cualesquiera otras concesiones que
exigiese el gobierno de Lima. (Textual) Empero, si la guerra en las costas del
Pacífico Sur, en 1864, fue un imposible por acción de Bolivia, debido a su
impotencia naval, la guerra llegó a esas costas ese año por voluntad de otra
nación, de la nación que fuera expulsada de Sudamérica 40 años antes: España.
El 10 de agosto de 1862 zarpó de Cádiz, con rumbo a Sudamérica, una división
naval española compuesta de dos fragatas y una goleta. En el río de La Plata
debía incorporarse a ella otra nave estacionada allí. Llevaba a bordo un grupo
de profesores de Geología, Zoología, Botánica, Antropología y Etnografía. La
encabezaba el Almirante Luis Hernández Pinzón, directo descendiente de uno de
los hermanos Pinzón que acompañó a Cristóbal Colón en el descubrimiento del
Nuevo Mundo.
La escuadra no sólo llevaba una misión científica. El
almirante tenía instrucciones de proteger los intereses de los súbditos
españoles residentes en Sudamérica, "de manera enérgica, para que no
quedase duda de que debían llegar a su término los abusos que contra ellos se
cometían, sobre todo en el Perú, el país que se mostraba más hostil con
España". En los puertos, los navíos debían hacer "ostentación de su
fuerza para impresionar por la firmeza y la energía de su política". La
Madre Patria buscaba, pues, con el pretexto de hacer estudios al servicio de la
Ciencia, restablecer su prestigio y autoridad moral en un continente en el que
durante tres siglos fuera absoluta dueña y señora, y del que fuera expulsada
ignominiosamente 38 años antes.
Hernández Pinzón, sus oficiales y los profesores, en un
recorrido de más de 20 meses, fueron recibidos con grandes demostraciones de
aprecio en Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso, Santiago,
Callao, Lima y puertos del Ecuador, Colombia, Centro América y California.
Luis Hernández Pinzón Álvarez
Mientras estando en aguas de este último lugar (California)
ocurrió en el Perú el incidente de la Hacienda Talambo. Inmigrantes vascos,
contratados como agricultores, entraron en conflicto al querer sembrar
hortalizas en tierras que el dueño tenía destinadas al cultivo de la caña de
azúcar. Su alzamiento fue reprimido por la fuerza con el resultado de varios
muertos y heridos.
El Gobierno de España, que no había reconocido aún la
independencia del Perú, encomendó a don Eusebio de Salazar y Mazarredo, que
viajaba como Ministro Plenipotenciario a Bolivia, que antes de subir al
altiplano entrase a Lima y demandase explicaciones e indemnizaciones por los
daños inferidos a los trabajadores de Talambo. La cancillería de Torre Tagle no
quiso aceptar las credenciales que don Eusebio presentó como "Comisionado
Extraordinario Especial en el Perú". Adujo que enviar un agente con
semejante título era denigrante para la dignidad de una nación independiente y
soberana.
El señor Salazar y Mazarredo mandó aviso al Hernández Pinzón
del desaire que se le hacía. El almirante bajó con sus naves de aguas del
Pacífico Norte y plantó la bandera hispana en una de las islas Chincha al
tronar de 21 cañonazos, declarando que ocupaba las tres a título de
"reivindicación" de suelo español.
Al mismo tiempo, exigió que el gobierno de Lima le entregase
tres millones de pesos oro como indemnización a los vascos y pago de los gastos
ocurridos por su escuadra. Amenazó con que si no se satisfacían sus exigencias
bombardearía el Callao. Adueñarse de las islas Chincha, que contenían los más
ricos depósitos de guano del mundo, era quitar al fisco peruano la fuente de
sus más saneados e importantes recursos.
La amenaza de bombardeo del Callao hizo claudicar al gobierno
del General José Antonio Pezet, que aceptó las exigencias españolas en enero de
1865. La "reivindicación" ibera de territorios americanos (que poco
después fue desautorizada por el gobierno de Madrid, aunque manteniendo la
exigencia económica de Hernández Pinzón), causó gran alarma en todo el
continente. La reacción más altiva y clara provino de Chile. Hubo
manifestaciones antiespañolas en varias ciudades y se quemó la enseña punzó y
oro. Una circular diplomática de la cancillería a cargo de don Manuel A.
Tocornal expresó: "El gobierno de Chile se halla en el imprescindible
deber de rechazar de la manera más pública y solemne los principios que sirven
de base a la declaración (de reivindicación de las tres islas Chincha). Protesta
contra su ocupación por las fuerzas navales de su Majestad Católica y no
reconoce, ni reconocerá como legítimo dueño de ellas a otra potencia que a la
República del Perú".
Luis Hernández Pinzón fue reemplazado por el Almirante José
Manuel Pareja, que venía desempeñando las funciones de ministro de Marina.
Ocupó su puesto con instrucciones de castigar la insolencia chilena exigiendo
satisfacciones por los insultos inferidos a España en las manifestaciones
públicas y un homenaje de 21 cañonazos a su bandera en señal de desagravio.
Chile respondió rotundamente que no debía satisfacción alguna. España le
declaró la guerra. La marina chilena no contaba entonces sino con una corbeta
armada con 18 cañones y otro barco con 4. La escuadra española en el Pacífico,
que había sido reforzada con más buques, disponía de 207 bocas de fuego.
La amenaza española se sumaba a la que existía del lado de
Bolivia desde dos años antes, cuando el Congreso autorizó al Poder Ejecutivo a
recuperar por las armas lo que no se pudiese obtener por la vía diplomática. Se
hubiese podido suponer que se uniese a España para expulsar a los chilenos de
la parte del litoral que reclamaban como suyo y para hacer efectiva su mal
entendida y antojadiza soberanía hasta el río Paposo. Bolivia en ese entonces
era gobernada por el militar, Mariano Melgarejo, del que podía esperarse todo
lo peor según los historiadores de Bolivia.
Chile se encontró enfrentado con la más peligrosa situación
de toda su historia republicana. Chile al verse comprometido con un ultimátum
de España, que tenía una poderosa escuadra en las proximidades de sus costas
comandadas por un almirante, Juan Manuel Pareja, que odiaba al país en el que
su padre había muerto en 1813, al hacer campaña contra los criollos insurgentes
en su rol de gobernador de la colonia; con Bolivia que mantenía vigente la
autorización de guerra a Chile dictada por el Congreso de 1863, las relaciones
diplomáticas suspendidas desde el fracaso de la misión de don Tomás Frías y
gobernada por Mariano Melgarejo; pidió auxilio a otros países de la América del
Sur. Dos de sus más eminentes hombres públicos, don Domingo Santa María y don José Victorino Lastarria, fueron enviados a buscar la alianza de Perú, Ecuador,
Argentina y Uruguay.
El señor Santa María nada pudo obtener en Lima del gobierno
del General Juan Antonio Pezet y, al ser derrocado éste, por rendirse a las
exigencias españolas, tampoco del vicepresidente, General Pedro Díaz Canseco.
Tomó contacto con los opositores al régimen y tuvo la suerte de verlos triunfar
en un golpe de Estado que puso en el mando de la nación al coronel Mariano
Ignacio Prado, gran amigo de Chile, que no titubeó en firmar un tratado de
alianza y puso los 4 barcos de la marina peruana a las órdenes del comandante
de la marina chilena.
El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna se preguntó:
¿Cuál habría sido la posición de nuestra patria si el resultado de la batalla
que se iba a dar en las puertas de Lima (por los partidarios de Prado) hubiera
sido adverso? ¿Qué habríamos hecho ante la presencia de la escuadra de Pareja
cerrando nuestros puertos con sus cañones, con el Perú, no ya independiente,
sino armado contra nosotros, haciendo causa común con los enemigos de América,
y teniendo a la vez sobre nuestra cabeza la espada de Melgarejo, autorizado en
esta época a hacernos la guerra, y a más de esto llevando todavía sobre nuestro
único flanco no amagado la amenaza del desdén o de la complicidad de las
naciones del Plata?".
El Ecuador se mostró temeroso de alinearse contra la Madre
Patria, pero acabó cediendo ante la fuerte presión y promesas que le llegaron
desde Santiago y Lima. Entró en la liga antiespañola. Con los puertos de Chile,
Perú y Ecuador cerrados a sus naves, el Almirante Pareja contaba todavía con el
boliviano de Cobija para avituallarse en víveres, agua y combustible. Tenía en
él a súbditos españoles que le ayudaban como los señores José María Artola y
Manuel Barrau, importantes comerciantes de la zona. Con Cobija a disposición de
la escuadra enemiga, Valparaíso y los otros puertos chilenos seguían en grave
peligro.
Ocurrió entonces lo que Chile requería. El General Mariano.
Vio a Chile, Perú y Ecuador, amenazados por una poderosa nación europea y
decidió que Bolivia fuese en su auxilio, entrando en la alianza.
Como no existiese Legación boliviana en Santiago, ni chilena
en La Paz, hizo que su Secretario General, Mariano Donato Muñoz, enviase las
instrucciones del caso a su ministro en Lima. La nota de 30 de enero de 1866
dijo entre otra cosas: "Por lo que hace al pueblo chileno y a su gobierno,
Bolivia comprende que en ocasión tan grave y solemne mengua sería para ella y
para el nombre americano si no olvidara las motivos que desgraciadamente la han
puesto en interdicción diplomática y que por fortuna son demasiado secundarios
para que debieran recordarse siquiera al frente de una cuestión continental que
debe absorber, como en efecto absorbe, toda la atención de América y de sus
gobiernos.
Es por ello por lo que Bolivia se hace un deber de anticiparse al de
Chile ofreciéndole ponerse a su lado y concurrir con todos sus recursos a
salvar sus instituciones y asegurar su independencia. Animado el Gobierno de
Bolivia de tan amistosos y fraternales sentimientos de verdadero americanismo,
ha acordado dirigirse a los excelentísimos gobiernos del Perú y Chile, por el
digno órgano de Vuestra Señoría, a falta de Legación de Bolivia en Chile,
ofreciéndoles su más eficaz colaboración y en la escala que le sea
posible".
Melgarejo dictó dos decretos el 10 de enero de 1866. Por el
primero dispuso: "No debiendo diferirse la manifestación de sentimientos
hacia el gobierno y pueblo de Chile, constituyese en esta misma fecha una
Legación Extraordinaria en Santiago, encomendada al caballero don Juan Muñoz
Cabrera".
Por el otro declaró derogada la ley del 5 de junio de 1863
por la que el Poder Ejecutivo fue autorizado a declarar la guerra al Gobierno
de Chile. Al conocerse estos hechos se echaron a vuelo las campanas de las
iglesias de Lima y Santiago en señal de gran regocijo. Con Bolivia alineada al
lado de Chile, Perú y Ecuador, la escuadra española no tenía un sólo puerto
amigo en toda la costa del Pacífico Sur y no tenía más remedio que abandonar
sus aguas.
Envió a La Paz al político Aniceto Vergara Albano con el
rango de Ministro Plenipotenciario y al intelectual Carlos Walker Martínez como
su secretario, con la misión de agradecer al Gobierno de Bolivia, formalizar su
ingreso a la alianza chileno-Perú-ecuatoriana y expresar el deseo de liquidar
amigablemente el problema limítrofe del desierto de Atacama para que las
relaciones entre los dos países fuesen en adelante sólo armonía, comprensión y
fraternidad.
A los pocos días de su llegada, el 22 de enero de 1866, el señor
Vergara Albano suscribió un acta con el Secretario General de Gobierno, señor
Mariano Donato Muñoz, por medio de la cual Bolivia se adhirió a la alianza
contra España. Al ver que también Cobija se cerraba a sus naves, el almirante
español, Juan Manuel Pareja, no tenía otra alternativa que ir a buscar
combustible, agua y víveres en puertos del Atlántico. Mas ¿cómo abandonar el
Pacífico sin desmedro de la honra ibérica? ¿No se tomaría su viaje como una
huida frente a la insolencia chilena?
En un encuentro fortuito entre la goleta española
"Covadonga" y la goleta chilena "Esmeralda", esta segunda
se alzó con la victoria tomando presa a su rival. A la noticia de esta tragedia
y creyendo que había ocurrido cosa igual con otra de sus naves, la "Vencedora",
el Almirante Pareja no pudo suportar la vergüenza. Se encerró en su camarote de
la nave capitana "Villa de Madrid" y se dio un pistoletazo en la sien
derecha. Dejó un mensaje a su sobrino y secretario rogándole que no se arrojase
su cadáver al mar en aguas chilenas. Era bastante que su padre estuviese
enterrado en suelo del odiado país.
Pareja fue reemplazado por el Almirante Casto Méndez Núñez.
Buscó a la escuadra chileno-peruana en su escondite de la isla de Chiloé (donde
esperaba reforzarse con los blindados "Huáscar" e
"Independencia", mandados construir por el gobierno de Lima en
Inglaterra y que estaban próximos a salir del astillero). La bombardeó desde
1.500 metros de distancia, temeroso de acercarse más por los arrecifes de una
zona que no conocía. Durante dos horas hubo un furioso diálogo de cañones con
daños insignificantes en uno y otro campo. Uno y otro combatiente se
consideraron ganadores del combate de Abtao. Como esto no fuera suficiente para
desfogar la belicosidad de los marinos españoles, se trasladaron frente a
Valparaíso y anunciaron otro bombardeo. Un almirante americano que se
encontraba en la bahía con su nave quiso interponerse. Méndez Núñez le previno:
El sábado de Gloria (31 de marzo de 1866), en nombre de Su Majestad Católica, dio la orden de abrir fuego. Los Valparaísinos, refugiados en los montes aledaños, vieron cómo, desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, 2.600 bombas y granadas caían sobre su bello puerto destrozando la Estación del Ferrocarril, la Bolsa, la Aduana, otros edificios públicos y muchos particulares.
"Si os interponéis os echo a pique".
El sábado de Gloria (31 de marzo de 1866), en nombre de Su Majestad Católica, dio la orden de abrir fuego. Los Valparaísinos, refugiados en los montes aledaños, vieron cómo, desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, 2.600 bombas y granadas caían sobre su bello puerto destrozando la Estación del Ferrocarril, la Bolsa, la Aduana, otros edificios públicos y muchos particulares.
Bombardeo de Valparaíso
Todavía quedaba furia en el corazón de los súbditos de la
Madre Patria. Subieron con sus naves hasta el Callao. Llegó orden de Madrid de
abandonar el Pacífico, pues las tripulaciones sufrían de escorbuto y el estado
general de la escuadra era lamentable. Méndez Núñez simuló no haber recibido
tal directiva. En acciones sucesivas acercó sus navíos a la poderosa fortaleza
del puerto peruano y cambió cañonazos con ella, causando y sufriendo numerosas
bajas y averías.
Entre las bajas peruanas hubo un Ministro de Estado, que murió, y entre las españolas el propio almirante, que cayó herido. La historia del Perú considera el combate del 2 de mayo (1866) una de sus grandes victorias. La historia de España lo califica como la mayor hazaña de su marina en el siglo 19. Méndez Núñez había dicho que su patria "prefería honra sin barcos, que barcos sin honra". Obedeció recién la orden de Madrid. Abandonó las costas del Pacífico con sus navíos cargados de honra y se fue a buscar alivio para heridas y averías en Río de Janeiro. Desde allí mantuvo el estado de guerra todo el año 1866, mas no pudo evitar que los blindados "Huáscar" e "Independencia" cruzasen el Atlántico y se incorporasen a la flota aliada. Finalmente, retornó a su país.
Entre las bajas peruanas hubo un Ministro de Estado, que murió, y entre las españolas el propio almirante, que cayó herido. La historia del Perú considera el combate del 2 de mayo (1866) una de sus grandes victorias. La historia de España lo califica como la mayor hazaña de su marina en el siglo 19. Méndez Núñez había dicho que su patria "prefería honra sin barcos, que barcos sin honra". Obedeció recién la orden de Madrid. Abandonó las costas del Pacífico con sus navíos cargados de honra y se fue a buscar alivio para heridas y averías en Río de Janeiro. Desde allí mantuvo el estado de guerra todo el año 1866, mas no pudo evitar que los blindados "Huáscar" e "Independencia" cruzasen el Atlántico y se incorporasen a la flota aliada. Finalmente, retornó a su país.
Con el alejamiento de aguas del Pacífico de los cañones
españoles se desintegró tácitamente la alianza de Chile, Perú, Ecuador y
Bolivia. Renacieron los intereses antagónicos de los cuatro países. Renacieron
los antiguos problemas limítrofes entre Bolivia y Chile por el guano de
Mejillones. Vergara Albano y De la Rivière propusieron entonces a las
autoridades bolivianas que se les encomendara buscar juntos una fórmula por
medio de la cual la riqueza guanera de Mejillones, en vez de ser motivo de
discordia entre dos repúblicas vecinas y hermanas, hiciese la concordia y
fortuna de las dos. Melgarejo y Muñoz aceptaron, Todo el guano sería comprado
por Armand y el resultado pecuniario de las operaciones se lo dividirían entre
los gobiernos de Bolivia y Chile. Aprobada la idea por Melgarejo, el barón de
la Riviere viajó a Santiago con el fin de conseguir la anuencia chilena. Llevó
una carta del señor Vergara Albano al canciller Álvaro Covarrubias que decía:
La
Paz, 16 de mayo de 1866. Por lo que toca a la formalidad del contrato,
Melgarejo encarga a su ministro Muñoz Cabrera que se someta en todo a lo que se
acuerde allí, que se vea con usted y que firme el documento. El Gobierno de
Chile siguió el consejo de su agente diplomático en La Paz. Consintió en
recibir sólo una mitad de la riqueza de la que era merecedor y que la otra
mitad fuese a manos del gobierno boliviano.
La partición salomónica del guano, a la que se llegó como
resultado de los acuerdos del ministro chileno, Aniceto Vergara Albano, y el
negociante francés, Barón Arnoux de la Rivière (como representante de su
compatriota Lucien Armand), aceptada con beneplácito por los gobiernos de
Bolivia y Chile por considerar la solución más adecuada a la controversia que
sustentaban desde 24 años antes sobre la propiedad de las covaderas, marcó la
pauta para encontrar la fórmula de una amistosa liquidación de su problema
territorial.
La iniciativa al respecto partió del negociador boliviano, el
abogado Mariano Donato Muñoz, Secretario General del gobierno de Mariano
Melgarejo y, como tal, encargado del manejo de las relaciones exteriores. El 3
de junio de 1866, le propuso al diplomático chileno el deslinde de soberanías
en el desierto de Atacama de la misma manera que se había deslindado la
cuestión de los guanos: dividiendo lo disputado por mitad. El paralelo del
grado 24 de latitud sur sería la línea de separación entre las dos repúblicas.
Se propuso que entre los grados 23 y 25, el guano y todo ingreso fiscal por
explotación de otros recursos, se dividiría por igual entre los gobiernos de
las dos repúblicas.
Manuel Mariano Melgarejo Valencia
El pacto estableció:
1) que el paralelo 24 de latitud meridional constituía la
línea divisoria de las soberanías de Bolivia y Chile;
2) que los guanos de Mejillones y los que se descubriesen en
el futuro entre los grados 23 y 25 se dividiría por partes iguales entre las
dos repúblicas;
3) que se dividirían en igual proporción, los derechos de
exportación que se cobrase por los minerales extraídos de la misma zona;
4) que Chile controlaría con interventores los ingresos
recaudados en la aduana boliviana de Mejillones para cobrar su parte;
5) que Bolivia haría lo mismo si se establecía alguna aduana
en la costa chilena del grado 24 al 25;
6) que quedaban libres de pagar derechos de exportación los
productos del territorio comprendido entre los grados 23 y 25, que se sacasen
por Mejillones;
7) que se liberaba del pago de todo derecho de importación a
los productos naturales de Chile que se introdujesen por el mismo puerto.
En la Asamblea Nacional de Bolivia, como en el congreso de
Chile el tratado recibió aprobación unánime. El 8 de agosto de 1866, Chile y
Bolivia firmaron un tratado de límites, dejando a Peña Blanca bajo condominio
chileno-boliviano, lo que permitió el cateo y poblamiento de los vastos
territorios costeros de Bolivia. Por lo cual, en noviembre de 1866, Juan López
arriba nuevamente y en forma definitiva a las costas desiertas de la ciudad de
Antofagasta.
En su bote el Halcón, además de material de construcción y
víveres, se apiñaba su familia la esposa, hijastro la mujer de este y una niña.
Desembarcaron y que localizaron el lugar propicio, comenzaron a levantar la
casa. El descubrimiento y explotación del guano fue su primera opción conocida,
pero seguramente también abrigaba otras esperanzas. ‘El Chango' conocía las
costas como la palma de su mano, sus ojos penetrantes se habían clavado en los
cerros de la Cordillera de la Costa desde hace muchos años atrás. En cuanto a
la choza familiar de Juan López fue la primera vivienda levantada en la
planicie costera de la ciudad.
La explotación del cobre, iniciada por él, daba la
posibilidad para un asentamiento permanente. Mientras esto ocurría en el
occidente del territorio, al interior, traspasando la Cordillera de la Costa,
en el lugar denominado Salar del Carmen, una expedición formada por José Santos
Ossa Ruiz y su hijo Alfredo, encontraban un yacimiento de caliche. Ambos
eventos se sitúan en noviembre de 1866 y constituyen los dos grandes pilares
que dieron origen al nacimiento del poblado de Peña Blanca o La Chimba, José
Santos Ossa y sus socios establecieron faenas en Salar del Carmen.
La actividad minera fue un incentivo para atraer a numerosos
trabajadores que, lentamente, se fueron instalando en la planicie costera.
Comienza así la época del asentamiento humano y poblamiento de la futura
ciudad. De manera que el aventurero Juan López y el empresario José Santos
Ossa, son los chilenos a quienes corresponde el honor de haber sentado las bases
en la formación de la ciudad de Antofagasta, en noviembre de 1866.
Ya por esa Época (1867-68) el Gobierno de Bolivia había
mandado a la Chimba, hoy Antofagasta, dos empleados para la fiscalización y
resguardo de sus intereses, siendo el primero en llegar a la Caleta, en 1867,
don Fortunato Pinto. El cargo de que llegó investido el señor Pinto fue el de
Inspector de Peña Blanca (nombre que se le daba a la caleta, al mismo tiempo
que el de La Chimba) y también de la Caleta Coloso; empleo equivalente al de un
actual Jefe de Resguardo de nuestro país. Su misión principal era la
fiscalización y control de los minerales que se embarcaban por ambas caletas,
pues todos estos, según la ley vigente en esos años, tenían que pagar derechos
aduaneros.
La habitación y oficina que tuvo el señor Pinto fue en la
propia vivienda de Juan López, en el rancho de paja de carrizo que este instaló
a la orilla del mar, y donde, como se recordará, habitaron él y su familia.
Algún tiempo después el señor Pinto trasladó su “oficina” a la “casa de lata de
hojas de tarros de parafina” que hizo construir don Manuel Antonio de Lama, más
o menos frente a donde está actualmente el muelle del Ferrocarril y que fue el
primer “edificio” que se construyó en Antofagasta, después del rancho de Juan
López.
Un diario de Santiago publicó en 1897 unos recuerdos
históricos escritos por don Manuel Antonio de Lama, caballero que en esa época
llegaba de Lima, y entre otras cosas, decía: “No recuerdo bien si fue el año 66
o 67, estando en compañía de don José Santos Ossa y del Chango López, en la
playa que es hoy Antofagasta, edifiqué la primera casa que hubo allí, cuando
aquello no era más que una playa desierta. Dicha “casa” era de hojas de lata,
de tarros de parafina, con palos enterrados en el suelo, y el techo lo sujete
con piedras para que no se lo llevara el viento”. El otro empleado del Gobierno
que llegó a la Chimba, después del señor Pinto, en 1868, fue el señor Eulogio
alcalde, con el cargo de vista de Aduana. El señor alcalde era miembro cercano
de la distinguida familia de este mismo apellido que residió durante tantos
años en Antofagasta. En 1869 llegó también a la Chimba el ingeniero señor Jorge
Paddison, con el carácter de Administrador General de la Compañía que se había
formado. Traía como segundo, a la vez que como Contador al activo e inteligente
caballero señor Jorge Hicks, a quien nosotros conocimos en nuestra niñez. Ambos
de nacionalidad inglesa.
Juan López con el tiempo desapareció. La historia poco le
recuerda. ¿Dónde estaba su vivienda? ¿Dónde terminó su vida? ¿Dónde descansan
sus restos? Son preguntas que hasta ahora no tienen respuesta El Chango López
el primer habitante de Antofagasta, Trabajó arduamente. Cerca de si tuvo la
riqueza, la cogió alguna vez más el destino adverso le impidió cobrar el fruto
de su esfuerzo. López fue sin duda el símbolo de la mala fortuna. En cambio, José Santos Ossa siguió adelante con sus proyectos
y la industria salitrera que él organizó fue consolidándose.
José Santos Ossa
El nacimiento de una actividad salitrera al sur de Tarapacá
despertó el interés de los trabajadores, que dirigieron sus pasos a estas
tierras. De igual modo, mediante el sistema de enganche la empresa fue
reclutando operarios para las faenas.
Con este elemento humano se fue poblando la ciudad. Mientras
José Santos Ossa intentaba entusiasmar a capitalistas ingleses para que
ingresaran a la empresa salitrera; formó con Francisco Puelma y Manuel Antonio
de Lama, la Sociedad Explotadora del Desierto Simultáneamente, un abogado de
Ossa, José Tobar, se trasladó hacia La Paz para solicitar las concesiones de
terrenos, petición que fue recibida con ánimo de aceptación. Un decreto fechado
en La Paz el 05 de septiembre de 1868, concedió a la Sociedad Explotadora del
Desierto de Atacama el privilegio exclusivo por quince años para la
explotación, elaboración y libre exportación del salitre. En el mismo decreto
se le concedió la autorización para construir una vía carretera de 30 leguas.
No es esta la oportunidad para discutir a quién pertenecía la
soberanía del territorio ubicado al sur del río Loa. Desde la llegada de Juan
López y José Santos Ossa había transcurrido un año y meses. En ese tiempo sólo
los chilenos se atrevieron a poblar el territorio. El proceso se aceleró con la
decisión de Ossa de traer trabajadores de Tarapacá. Esto ocurrió el 16 de
agosto. La caleta La Chimba o Peña Blanca se consolidaba. Juan López, alejado
de las faenas mineras, se ganaba el sustento transportando agua desde la
vertiente que descubrió en Morro Moreno. El 13 de agosto de 1868 se movió la
tierra. El terremoto destruyó Iquique y otros puertos peruanos. El movimiento
telúrico y los daños alcanzaron hasta Cobija.
El fuerte ritmo de actividad que adquirió la caleta decidió a
la autoridad boliviana a fundar oficialmente el poblado. El 22 de octubre de
1868, se reunieron en el desembarcadero el Prefecto José Tabargo, el fiscal del
partido el abogado Abdón Ondarza, el notario Agustín Vidaurre de Cobija y
Calixto de Vizcano el tesorero de Mejillones, para dar cumplimiento a la orden
gubernamental.
Dos nombres eran los habituales para nominarla: La Chimba o
Peña Blanca. Sin embargo, el presidente Melgarejo le tenía reservado otro. Su
hijo era propietario de una hacienda en el sector de la Puna de Atacama,
Antofagasta de la Sierra. Quizás para rendirle homenaje, ordenó que la ciudad
fuera bautizada con el nombre de Antofagasta. Pero busquemos en los registros
el topónimo u origen del término Antofagasta del cual deriva nuestro nombre.
En la actualidad se manejan una serie de teorías para explicar
el origen del topónimo Antofagasta. Aún no se logra un consenso claro respecto
al verdadero origen de la palabra. Probablemente sea una palabra compuesta que
proviene del cacán meridional o diaguita que podría explicar el origen ya que
la hacienda del hijo de melgarejo se encuentra en el norte argentino
"anto" (o hattun, que significa grande), "faya" (o haya,
que significa salar) y "gasta" (que significa pueblo), siendo un
topónimo que significa "Pueblo del Salar Grande".
De acuerdo a nuestras investigaciones y en aporte a nuestra
historia podemos decir que Los Diaguitas habitaban los cerros y valles del
noroeste de Argentina, en las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca,
La Rioja, norte de San Juan, extremo noroeste de Córdoba (Argentina) y el Norte
Chico de Chile, en los valles transversales de las regiones de Atacama y
Coquimbo teniendo al oeste de los Andes como límite aproximado el río Choapa.
Su idioma es casi desconocido. Gerónimo de Bibar, quien llegó con los
conquistadores españoles, describió en sus crónicas que cada valle tenía “una
lengua de por sí ó propia”. Rodolfo Schuller acuñó la hipótesis de que este
idioma sería el kakán, hipótesis muy difícil de comprobar, pero lo que podemos
aseverar que el nombre Anto, faya gasta o Antofagasta tiene sus raíces en esta
zona y deriva de la cultura diaguita ahora bien si buscamos a nuestra ciudad
homónima en el noroeste argentino nos encontramos con Antofagasta de la Sierra
es la capital del departamento homónimo en la provincia de Catamarca (Argentina),
en plena cordillera de los Andes, en la zona denominada Puna. Sin embargo, el
territorio en donde se encuentra Antofagasta de la Sierra fue pretendido por
Bolivia hasta 1890.
En esta región es en donde tuvo su hacienda Melgarejo o el
hijo de este según diversos historiadores y por la cual se piensa que le dio el
nombre a nuestra ciudad, desde ese año 1890 se tuvo que reconocer la plena
soberanía argentina sobre el territorio; y en el año 1899 debió hacerlo Chile.
Su población es, mayoritariamente descendiente de diaguitas y
atacameños, aunque bastante mezclada con "blancos", en la actualidad
está en crecimiento, y suma 667 habitantes en la planta urbana y 1.282 personas
en todo el municipio. En suma, el nombre de Antofagasta proviene del kakán o
diaguita y fue impuesto por Mariano Melgarejo en ese entonces presidente de
Bolivia para nombrarla en su fundación.
No dejaremos de lado las otras teorías según la cual, puede
ser una palabra compuesta que proviene del quechua "anta" (que
significa cobre) y "pakay" (que significa esconder), siendo un
topónimo que significa "Escondrijo de Cobre". Otra teoría la
relaciona con el chango "Antofagasti" (que significa Puerta del Sol),
forma en que los changos llamaban al actual Monumento Natural La Portada.
A la fecha del bautismo, la Ciudad tenía un año y once meses
de vida. Casi un año después de la fundación oficial -en 1869- las mismas
personas que la fundaron, designaron una comisión formada por Hilario Ruiz y
José Santos Prado, para que indicaran el lugar que debía ocupar la futura
población y trazaron un plano que serviría para la distribución y venta de
terrenos. Posteriormente se amplió el grupo con la incorporación de Jorge
Hicks, administrador de la empresa salitrera, Julio Ordaya y Manuel Franklin Alvarado
que más tarde será nuestro diputado en el Congreso boliviano. Según el
historiador Jorge Cruz Larenas, "de los planos encontrados, se conserva
uno hecho por don José Santos Prada, fechado en Mejillones, el 14 de septiembre
de 1869... que, al parecer, sufrió correcciones con posterioridad a la fecha
que en él se indica. En él se halla delineado el terreno de Melbourne Clark y
Cía., 17 manzanas y la plaza principal. Si se tiene en cuenta que cada manzana
quedó dividida en doce lotes, se tendrá un total de 204 lotes para otros tantos
vecinos... "Se asegura que Hicks fue partidario de establecer calles
anchas con una extensión de entre 17 Y 18 metros.
En el plano se consigna la
siguiente leyenda "República de Bolivia. Plano Oficial de Nueva Población
y Puerto de Antofagasta, ubicado en la Caleta de Peña Blanca (La Chimba).
Mejillones el 19 de septiembre de 1869. Tenemos la caleta de la Chimba o
Antofagasta, convertida en un vasto campamento, donde miles de operarios
desplegaban sus mayores energías para afianzar con sus múltiples labores los
cimientos de la naciente población; al frente de ella, como gobernante, y en
representación del Poder Ejecutivo, a un Intendente de Policía.
De esta manera, el insignificante villorrio se iba
transformando como por encanto; y los esfuerzos que hacía por darse luego a
conocer como verdadero pueblo no eran del todo estériles pues en breve atraería
la atención del mundo. La gran empresa de Melbourne Clark y Compañía tenía en
construcción, por esa fecha, grandes y magníficos edificios; había encargado
también las maquinarias para la elaboración del salitre en el Salar del Carmen,
y, cumpliendo con lo estipulado con el Gobierno, construía aceleradamente el
muelle de pasajeros y daba mayor actividad al camino carretero hacia el interior,
obra que había iniciado desde algún tiempo.
Esta vía significaba para la empresa un gran beneficio, sobre
todo si se consideraba el factor económico. Como hemos dicho, con esto daba
cumplimiento al contrato celebrado con el gobierno; al mismo tiempo que sus
caravanas de cateo, llevando en las carretas todos los elementos necesarios,
hacían prolijos reconocimientos del terreno que recorrían.
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