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viernes, 26 de enero de 2018

ESCLAVITUD Y TRÁFICO DE CULÍES EN EL NORTE DE CHILE.


ESCLAVITUD Y TRÁFICO DE CULÍES EN EL NORTE DE CHILE.

     Era -sin duda alguna- esclavitud. Pero en aquellos años el Derecho defendía el principio que lodo compromiso mercantil, todo contrato, era vigente hasta su completa realización. Más estricto todavía, era en el caso de los pagos anticipados. Y el trabajo del culi estaba fundado en el sentido jurídico que era un procedimiento contractual-mercantil, donde un hombre de empresa pagaba con anticipación las futuras labores de un trabajador. Por lo cual era -sin duda alguna- esclavitud y algunos distinguidos chilenos asentados en este norte hicieron o acrecentaron sus fortunas con la desgracia humana, basados exclusivamente en este punto.

Análisis histórico. El Tema de la Esclavitud en Chile.

     El primero en abolir la esclavitud en Chile fue José Miguel Carrera, que en su breve gobierno declara la Libertad de Vientres (1811); “todo hijo de esclavo nacido en Chile, o aquellos esclavos que pisen el territorio nacional serán considerados hombres y mujeres libres”. Pero eso no obligaba a la aristocracia chilena a deshacerse de los esclavos que ya tenía, ni evitó que estos mismos engañaran al sistema cambiando fechas en las partidas de nacimiento.

José Miguel Carrera

     Un nuevo decreto, en 1813, dictaminó que los párrocos debían eliminar la denominación “esclavo” en las partidas de nacimiento y omitirla de ahí en adelante. La cosa tampoco fue en calma desde ahí; no solo se exigió el derecho a propiedad sobre los esclavos ya existentes, sino que se pedía una indemnización por los esclavos dejados libres. Varios pagaron la libertad con sus vidas, fugándose para pelear con José Miguel Carrera la independencia de Chile. El “Batallón de los Infantes” fue formado por alrededor de 200 africanos y afro chilenos ya libres (mayormente artesanos de Santiago), y el Regimiento de “Ingenuos de la Patria”, por esclavos (que por decreto de 1814 quedaban libres al momento de enlistarse, cosa que en la mayoría de los casos no se cumplió).

     ¡Los esclavistas se resistieron por todos los medios, llegando a presentar un documento al Senado firmado (supuestamente) por 200 esclavos solicitando seguir siendo esclavos! “Nosotros no deseamos ni esa justicia ni esa libertad, y ni hemos osado pedirla. ¿Por qué se nos anticipa un bien que resulta un mal?” leía la carta. Esto lo secundó una delegación de “madres de familia”, presentándose en el Congreso demandando que se revocase la ley (que el Senado rechazó por “falta de decoro”).

     En 1822 la nueva Constitución dictaminó una vez más que “son chilenos todos los nacidos en el territorio chileno, y todos los chilenos son iguales ante la ley, sin distinción de rango ni privilegio.” Con todo, seguían existiendo esclavos en el país, y reportes aseguraban que hasta se seguían introduciendo nuevos esclavos de manera ilegal.

     Fue definitivamente en 1823 que el Congreso, gracias a José Miguel Infante, declaró libres a “todos los esclavos existentes en Chile y a todo quien pise el territorio nacional”. A esa altura, Infante calculaba en 4.000 las “almas que gimen bajo el peso de una ley bárbara”. Hubo protestas en contra de la abolición, el Ejecutivo no le discutió al Congreso la liberación, pero defendió el “derecho de propiedad” de los dueños y la necesidad de indemnización. Pero el Congreso argumentó que las personas eran libres previo a su esclavitud, como valor universal, y la Constitución de 1823 consagró el principio. “En Chile no hay esclavos: el que pise su territorio por un día natural, será libre. El que tenga este comercio no puede habitar aquí más de un mes, ni naturalizarse jamás”. Ya nunca más se pudo comprar o vender un ser humano. ¿Pero depende sólo de eso la condición de esclavo? La situación de dependencia personal, aun sin ser transado como mercancía, constituye una forma de esclavitud disfrazada que se extiende mucho más allá de la legalidad. Los esclavos indígenas liberados ya en la época colonial (1676), fueron puestos “en depósito” en poder de sus dueños “hasta que se resolviera su situación”. Su condición legal había cambiado pero su condición objetiva no tanto; no eran realmente libres y seguían siendo objeto de trabajo forzado con total legitimidad. Con la población afroamericana pasaba lo mismo, abundan durante los años siguientes denuncias de dueños que escondían a sus esclavos en haciendas perdidas en las montañas u otros lugares para evitar liberarlos (o emplearlos legalmente).

ESCLAVITUD Y TRAFICO DE CULÍES EN CHILE.

Por el Profesor MARCELO SEGALL ROSENMANN



     Chile, en la proporción correspondiente, ha pasado por todas las etapas del desarrollo capitalista. En particular, en el período de la República ha seguido en tono menor su curso general. Surgió la gran industria en la forma específica chilena, en la minería. Gran industria que en su época inicial lleva implícita la explotación humana en sus formas más duras. Efectúa un aparente retorno al período de la Acumulación Primitiva, forzada, propia de la América del siglo XVI. Entre esos rasgos antiguos, hay uno específico: la esclavitud.

     Según la Sociedad contra la Esclavitud, institución privada establecida en Londres desde 1825 y aceptada por el State Department, de Washington, como "la única fuente merecedora de confianza" al respecto, hay cinco tipos modernos de esclavitud. La total, la por deudas que no pueden pagarse, la seudo adopción de niños: determinadas relaciones de matrimonio, legales y aceptadas, destinadas a obtener trabajo gratuito. propias de los países con principios jurídicos polígamos, y una modalidad particular aplicada a la prostitución.

_ La primera forma, la total, tuvo existencia chilena hasta el decreto de Ramón Freiré en 1823 y cuya prohibición fue articulada en la Constitución de diez años más adelante.  
_ La segunda forma, la contractual, la fundada en deudas imposibles de cancelar, tiene su realización más precisa en el tráfico de culíes y después de polinésicos. Entre los años 1840 y 1879.
 _ El tercer caso, es propio del trabajo infantil, en particular en las minas de carbón durante el mismo siglo. 
_ La cuarta modalidad tuvo alguna aplicación chilena, pero limitada a las regiones aborígenes del Sur. 
_ El quinto caso, es sólo propio de las naciones musulmanas, aunque también existió de cierta manera en la región argentina del Plata.

     Desde el punto de vista chileno y republicano nos preocupan dos modalidades de esclavitud: el tráfico y explotación de culíes y el rapto, venta y transporte por capital chileno de polinésicos, de tahitianos y pascuenses. Los primeros, los culíes. fueron trabajadores chinos sacados de su patria bajo condiciones de esperanza y de engaño, con contratos. Los segundos, fueron trabajadores raptados con engaño sin ningún costo de las islas del Pacífico, para su explotación en las guaneras.

     En 1953 publiqué algunos datos y nombres precisos. Tiempo después, algunos cronistas agregaron otros, siguiendo la ruta. Ahora, en la madurez, he logrado diseñar un cuadro general de las fuentes mercantiles, sus vías de tráfico, las zonas de esclavitud, los mercaderes, sus antecedentes, el destino de sus utilidades, datos, fechas y números. También de los dos tipos de resistencia culí y polinésica: la pasiva —trabajo lento y suicidio— y la rebelión violenta.  El único historiador clásico chileno que menciona la explotación culi fue don Benjamín Vicuña Mackenna. Debió conocerla en sus detalles, pues su familia poseía diversas faenas vecinas a otras con trabajadores chinos, en minas, guaneras y fundos. Sin embargo, no le dio excesiva importancia al asunto. Es necesario revisar con detención su frondosa obra para hacer surgir dos datos interesantes. Cuando muchacho debió salir al destierro. Su activa participación juvenil en la Revolución Igualitaria de 1851 le obligó a viajar por tres años. Al recorrer California, vio la gran emigración china importada para construir ferrocarriles, caminos y ciudades. De inmediato, recordó sus años en las tierras regadas por el Aconcagua y los 10 culíes adquiridos por un terrateniente de Quillota. 

     Siempre le llamó la atención la resignación oriental de los infelices esclavos y también su mortal melancolía. No mencionó en su Diario el nombre de su amo. Solo se limitó a recordar el hecho. Sin embargo, he llegado a la conclusión que debieron pertenecer a José Tomás Ramos. Este individuo era un activo traficante en esclavos, comerciante azucarero y propietario de fincas en el Perú. Tenía su casa matriz en Valparaíso. Cuando me refiera al tema esclavos polinésicos volveré a él.

Fueron sus hazañas mercantiles más famosas.

     En otro escrito, don Benjamín transcribió que: "Allá por los años de 1850 se trajo a La Higuera una partida de asiáticos (cincuenta o más), para emplearlos en el laboreo de las minas... A tanto llegó su pasiva resistencia que uno de ellos, presa de mortal angustia, se quitó la vida, ahorcándose en el interior de la mina‟.

     El Mineral La Higuera fue un yacimiento de cobre de gran valor.  Aún se trabaja al pirquín. En la época, lo controlaba el minero y fundidor Muñoz. Se encuentra al norte de La Serena y cercano al mar. Al parecer, el proveedor de trabajadores chinos fue el armador Manuel Chopitea. Sus barcos viajaban a China transportando cobre y plata. Al retorno, traía todo tipo de mercadería oriental: sedas, marfiles, té y. sobre todo, culíes.

     Un ejemplo conocido de sus negocios culíes aparece en el diario El Copiapino de propiedad de Jotabeche (José Joaquín Vallejos). El 19 de mayo de 1853 se colocó el siguiente aviso: "Colonos Chinos ... la barca Isabel Quintana ... debe llegar a Caldera con 120... Todos vienen obligados a ocho años de trabajos forzosos y los hay de diversos oficios... Sus pedidos a don Manuel Chopitea‟*. La oficina de Manuel Chopitea y de su agente en Copiapó. Emilio Mora. Estaba establecida en la calle Bernardo O'Higgins junto a la Intendencia.

     Sin duda alguna, los más grandes consumidores de culíes fueron las fincas azucareras del Perú y de Cuba, pero no menos importancia mercantil tuvo el fertilizante guano, dejado por los Guanayes, Alcatraces y Gaviotas. Tras las anchovetas de la corriente de Humboldt, por miles de años fueron depositando el abono natural en las playas rocosas, las islas y los farellones. 

     Con mayor antigüedad, más al interior, dejaron también restos fosfáticos y nitrogenados en grandes cantidades. Ya en 1712 el gran viajero Frézier vio esclavos negros y aborígenes explotando el abono marino en la Isla Serrano, en la rada de Iquique. Todavía hoy, continúa la tradición entre los aymaras de ir a la costa en busca de abono. 


Cadáveres de culíes y de una mujer blanca. Muertos mediante un castigo consistente en exponer sus cuerpos, amarrados, al sol del desierto y a la inanición. (Foto de la Dra. Ingeborg K. Lindberg de Klon) 

     La investigadora Ingeborg K. Lindberg y el profesor Filipponi, hace muy pocos años, encontraron un aimara de las Sierras que cargaba sacos de guano desde la costa hasta su terruño. Descansaba en la Quebrada de Tana, en el interior de Tarapacá, para reemprender su largo viaje.

Fotografía de la guanera de Pabellón de Pica, al sur de Iquique, aún en explotación. Se ven los cañones de las fortificaciones de defensa. (Foto del prof. Juan Bruggen)


     Tal importancia tuvo el guano en el siglo pasado que el 11 de noviembre de 1844 el Gobierno boliviano autorizó gastar "hasta la cantidad de 200.000 pesos en hacer practicable la navegación de algunos ríos de la república, en la colonización de inmigrantes y el establecimiento de carretas en Cobija'. Cobija era el puerto de la provincia de Antofagasta y el centro comercial de las covaderas o guaneras de la zona y no tenía trabajadores. Recordemos que el peso boliviano tenía una equivalencia de miles de veces más que hoy.

      En cuanto a Tarapacá. Perú en la época, “por una ley de 1849 el gobierno había accedido al propósito de algunos particulares de organizar la inmigración asiática. En 1850-51, aparecieron en el puerto de Iquique los primeros chinos contratados, muchos de los cuales llegaron a ocuparse años después en las salitreras (Después de la Guerra del Pacífico) se dedicaron al comercio en los pueblos de la Pampa y más tarde en Iquique. Para las covaderas los traficantes de Chopitea comerciaron por todo el litoral, desde las Islas Chinchas y Lobos hasta Coquimbo. 

     El geólogo Dr. Juan Brüggen que estableció los yacimientos en forma exhaustiva, en una ocasión, al referirse a la faena mayor del territorio chileno, Pabellón de Pica, escribió: "había una población de más de 4.000 obreros, en su mayor parte chinos‟3. Este yacimiento está centrado en un alto cerro cortado a pique sobre el océano. Sus farellones, roqueríos e islas adyacentes formaban una valiosa covadera. Poseía artillería de costa y una guarnición militar al servicio de la defensa y de la disciplina de los esclavos. Aún ahora, perduran los viejos cañones. También los puentes y túneles que unían las faenas. Además, perduran los cadáveres secos de los suicidas que, imposibilitados para huir, saltaban a la libertad entre las rocas.

     La sal marina, la extrema delgadez y los años los han momificado. Sin embargo, en muchas ocasiones, hubo rebelión y la consiguiente represalia. Al castigo de los verdugos inmediatos, a los capataces, se respondió con el fusilamiento y la muerte lenta al sol y encadenados en tierra firme. Lo mismo sucedió en Punta de Lobos. Patache, Huanillos, Paquica y Mejillones.

Supuesto Culí en el Valle de Quillagua

    A través de distintas épocas —décadas 1830-1840-1850-1860-1870— la provincia de Antofagasta tuvo varios centros de esclavos, de distintas razas, y de diferentes propietarios. En Mejillones trabajaron las covaderas: los hermanos Latrille (descubridores del salitre antofagastino); José Santos Ossa (organizador de la Compañía de Salitres de Antofagasta); José María Artola; Pedro López Gama (pariente del Emperador del Brasil); la Sociedad Matías Torres, Juan Garday: el Barón Arnoux de la Riviere (finalizó su vida arrepentido, como monje trapense); el Conde Augusto Nolleont (primero orleanista y después republicano en 1848), y Luciano Armand, un naviero y comerciante de Burdeos, diputado bajo Napoleón III.

     Desde 1842 la riqueza guanera de Mejillones produjo grandes rivalidades mercantiles, que se proyectaron en conflicto de límites entre Bolivia y Chile. Mientras Bolivia apoyó a Domingo Latrille y Myers, Bland y Cía. Chile otorgó concesiones a Gibbs. Pellé y otros, aunque también apoyó a Myers, Bland y Cía. En septiembre de 1847 la fragata Chile a las órdenes de Roberto Simpson desembarcó en Mejillones tomando posesión. Diez años más tarde, en agosto, la Esmeralda al mando del comandante Goñi cogió al barco norteamericano Sportman y lo condujo a Caldera. En 1861-1862 la competencia entre la Sociedad Matías Torres, Garday y Juan López con Pedro López Gama se tradujo en la orden de prisión contra Torres. Este último, recurrió a la Cancillería Chilena. Años más tarde, otra empresa mercantil, la Compañía de Salitres de Antofagasta, fue más eficaz y enérgica. Hizo conquistar la provincia.

     En 1877 se produjo la gran salida de mar y terremoto del norte. Desapareció Cobija y en todo el litoral, miles de esclavos de las covaderas. Los trabajadores de Mejillones “que alcanzaban a unos ochocientos hombres produjeron algunos desórdenes‟‟, apunta un discreto historiador regional. Ignoro los detalles y los efectos. En cambio, supongo las consecuencias.    Si por rivalidades comerciales intervenían de inmediato los gobiernos, es lógico suponer que por alteraciones del orden actuasen también con prontitud.

     Otras covaderas importantes estuvieron en Paquica. en el actual departamento de Tocopilla. Los más notorios productores fueron sucesivamente: Pedro Alessandri. Guillermo Billinghurst (futuro presidente del Perú) y el aristócrata portugués-brasileño Pedro López Gama. Uno de ellos, le escribió a José María Artola. un comerciante de Cobija, que “consiguió traer de Valparaíso a 200 peones que le costaron $ 10.000 pesos oro" y le pidió “que no admitan en sus faenas a estos prófugos... fácilmente se conocen hasta por el traje que llevan” 8. (Hemos de suponer que se trataría de chilenos)

    Esta carta implica varios problemas, pero el más interesante es: ¿por qué está dirigida a José María Artola, un comerciante, y no al Prefecto cuando había leyes específicas que impedían por la vía policial toda huida de las faenas?

La respuesta es: 

     La Casa Artola tenía el control económico del tráfico de la zona. Era la agencia de contratación. Su propietario, un vasco de convicciones carlistas, era considerado, responsable, solvente y serio, Siempre hacía hincapié en su honestidad, en su fe intransigente de católico republicano y en su sinceridad. La historia antofagastina de la Casa Artola es casi la historia económica de la provincia en el lapso entre 1828 y la explotación salitrera. Cobija, su centro de actividad, era el puerto que conducía tanto a Potosí como a Salta (Argentina). Además, era un foco minero y de covaderas. Cuando llegó a Cobija, Artola, recién había sido liberado el continente y todo negocio internacional era de buena perspectiva. Su Casa lo abarcó todo. 

     En su patria había aprendido la proveeduría corriente, importó licores —“Jerez color paja‟, “Oporto en Barriles”, vinos chilenos—, también botas y vidrios, anota un poseedor de su correspondencia. En su paso por Brasil, aprendió el valor del tráfico humano, pero cuando algunas levas impidieron acrecentar más su negocio se dirigió a Cobija. Allí, aplicó sus conocimientos brasileños a los culíes. También fue muy lucrativa otra actividad: el préstamo usurario. Habilitó con herramientas y comestibles a los mineros y covaderos al interés común de ese tipo de negocios, al 50 por ciento, cobrable en las futuras extracciones. Ganaba en la proveeduría y en el anticipo. Todo pagado en los productos para vender. 

    Hábil comerciante, no dejó circular dinero corriente en su ciudad: el metal era producto para exportar. Nadie veía monedas sólo fichas y vales Organizó el más perfecto sistema de acumulación de plusvalía y de control para impedir la huida de los trabajadores. Ya muy rico y con Casa Bancaria en San Sebastián, España, se permitió ofrecer capital al poderoso banquero y habilitador de Valparaíso don Agustín Edwards. Desde Cobija, le escribió el 10 de junio de 1861: "puede usted ocupar con franqueza a su afectísimo servidor.

     Sin embargo, es necesario evitar confundir a Edwards con Artola. El banquero de Valparaíso era hijo de un inglés audaz —participó en las luchas de la Emancipación— y de una criolla coquimbana. Más o menos liberal en asuntos religiosos. Además, sus descendientes directos se arraigaron al país. En cambio, Artola fue el vasco español descrito por Pío Baroja como el típico “indiano".  El emigrante vuelto a su patria en calidad de nuevo rico, deseoso de participar en fiestas elegantes y de ser contertulio del señor Obispo. Caricatura de los conquistadores del siglo xvi, capaz de pasar sobre cadáveres para llegar a ser un personaje a su retorno. Mientras Edwards era todo prudencia sagaz y audacia mercantil. Artola cometió tres imprudencias graves y no estabilizó sus negocios en América.

     Una de sus imprudencias, la menor, fue dejar testimonio gráfico de los culíes de su mina Toldo de Gatico. Obra en mi poder. ¡Toldo y sus anexos en su período de auge —aún se explota en pirquín- dio vida a una población de 7.000 habitantes! -. 

     La segunda imprudencia fue más delicada: para obtener utilidades considerables y a la vez contentar su conciencia de peninsular, pasó a ser el gran proveedor de la Escuadra Española del Almirante Pareja, destinada a recuperar sus colonias del Pacífico en 1864 Cuando Pareja se apropió de las Islas Chinchas, las mayores guaneras del Perú y del mundo, amenazando la Independencia de Sudamérica, su abastecedor fue Artola. 

    Hay un documento —publicado en El Nacional de Lima, número 80— que dice: José María Artola “ha hecho de sus bodegas el gran depósito que sirve a la Escuadra Enemiga". El 7 de abril el Prefecto Quintín Quevedo debió ordenar su expulsión del país y la detención de sus hijos por traidores a sus patrias, Jorge (boliviano) y Francisco (chileno). El padre huyó a España. ¡Los hijos a la Argentina!

     El almacén de la Casa Artola de Cobija fue embargado. Sin embargo, nada importante les sucedió a los bienes Artola. Estaban trasladados ya a San Sebastián. En la carta citada dirigida a Edwards, le indicó que su hijo mayor estaba a cargo de su Banco en España. Y que, desde allí, desde Europa, estaba a sus órdenes comerciales.
 La tercera imprudencia fue su único acto de caridad desinteresada: donó la Iglesia de Cobija. Pero la hizo construir en un terreno cercano a la playa. Y en ciertos años, el océano Pacífico tiene muy altas marcas. Por ejemplo, el 9 de mayo de 1877. Desde entonces. Cobija es sólo ruinas. No sin razón Simón Bolívar bautizó a Cobija como Puerto General La Mar. Además de la ironía, en verdad fue en homenaje al héroe de la Independencia Lamar.

     En suma, Artola no hizo otra cosa que continuar un viejo modelo, copiado ya por su colega Chopitea: "hacer la América" y establecerse de banquero en España. Sin embargo, tampoco debemos asimilar Artola a la Casa Chopitea. Esta última, tiene un muy mayor papel histórico y cronológico. Sus negocios ultramarinos están documentados desde la Colonia, tanto en el Perú como en Chile. Sus actividades unieron a Mendoza como Santiago —la vía del tráfico negrero— y a Valdivia con El Callao, la ruta del oro de Madre de Dios hacia el Mercado Peruano.

     En 1805, un Chopitea fue mencionado por el secretario del Tribunal de Comercio, del Consulado. Don Manuel de Salas, cita a Nicolás Chopitea como comerciante en "piezas de Africa"15. En la Reconquista es natural que reactivaran sus transacciones, pues un decreto contra la esclavitud de Carrera amenazó paralizarlas. Fueron proveedores en Perú bajo el Virrey Pezuela y en Chile bajo Marcó del Pont. Más todavía: los ayudó con cuantiosas contribuciones voluntarias. Por todo esto, cuando el Ejército Libertador capturó el bergantín San Miguel le impuso a Pedro Nolasco Chopitea un cupo de guerra bajo amenaza de fusilamiento. 

     Los documentos depositados en manos del escribano Menores incluyen tanto habilitación como tráfico. En cuanto a las actividades de otro Chopitea, de Manuel, ya las conoce el lector. Pero aún debo recalcar otra diferencia con los Artola: los Chopitea chilenos eran muy amantes de los productos naturales del país. También de sus bellezas. 

     Hay un testimonio irrefutable de ese patriotismo. Proviene del patriarca del Partido Conservador de Chile, del católico Abdón Cifuentes. Narra en sus Memorias que en 1870. al pasar por Barcelona, “visitamos a nuestro Cónsul, don José María Serra. Presidente del Banco de Barcelona... Casado con doña Dorotea Chopitea, chilena natural de Valdivia ... Educada en Santiago (en un convento) de donde su padre la había llevado a Barcelona... ¡Nos llevó a Sarria (municipio con gran número de templos y entonces balneario elegante) donde tenía una preciosa quinta... nos regaló con frutillas de Aconcagua y nos mostró frutales que había hecho llevar de Chile y la hermosa enredadera de Copihue que había encargado a Valdivia!7. 

    La Enciclopedia Salvat, impresa en Barcelona, dice: "Chopitea y Villota (Dorotea de. viuda de Serra). Ilustre dama catalana, que se distinguió notablemente por sus virtudes y actos de caridad en Barcelona. Por ella existe el Hospital del Sagrado Corazón y ella fue también el alma de los Talleres Salesianos".

Los Culíes en la Guerra del Pacifico.

     La participación china en el conflicto chileno-boliviano-peruano por el salitre es desconocida. No me refiero al aporte físico, de trabajo, al capital chileno colocado en las salitreras y en el guano. Tampoco a la plusvalía que dejaron en manos de los empresarios chilenos. Me refiero en forma específica a sus acciones en beneficio del Ejército de Chile. Fue un aporte no pequeño y espontáneo al triunfo militar, a la conquista de las provincias del Norte y de la Ciudad de Lima.

¿Quintín Quintana?

      La historia de esta contribución anónima y olvidada es parte de la historia social de Sudamérica. Fue la reacción natural de una clase social subyugada al nivel de la esclavitud. Para los culíes, sus patrones constituían el amo implacable capaz de hacer cumplir el contrato por 8 años de trabajo sin concesión alguna. Además, desde el punto de vista contractual, jurídico, no respetaron jamás la fecha de caducidad del contrato. Era renovado en forma automática, sin consultar la parte afectada. Sin embargo, en la zona comprendida entre Arica y Mejillones, mucho más odiados eran los representantes de la Autoridad. El juez, el prefecto, la policía y los soldados eran los encargados de notificar la renovación e imponerla. Para la Autoridad sólo era válido el Reglamento redactado por los prefectos, gobernadores e intendentes. Reglamento que impedía el abandono del trabajo, sin considerar argumento o contrato algunos.

     En Pabellón de Pica, por ejemplo, la palabra más odiada por los culíes era soldado peruano. Para ellos, los soldados del fuerte vecino eran los verdugos máximos. Cuando había un conato de resistencia, los patrones no participaban en general directamente. Actuaban los capataces que eran peruanos o bolivianos. Si resultaban impotentes, aparecía el soldado con su fusil. En consecuencia, directa: el odio mayor recala sobre el enemigo más visible, más cercano. Por el contrario, todo enemigo de sus verdugos inmediatos pasaba a ser el aliado, el amigo, el salvador. Es así como desde la Campaña del Desierto, los chinos sirvieron voluntaria y espontáneamente al Ejército de Chile. Fueron braceros, cargadores y guías muy considerados por los ministros de guerra. Sotomayor y José Francisco Vergara, los organizadores de la victoria. Desde luego los culíes usaron esa consideración y no pocas represalias por pasados vejámenes se transformaron en efectivos hechos sangrientos.

     Más activa y eficaz fue la participación culí en la etapa de la Conquista de Lima. El más hábil en utilizar a los chinos fue Patricio Lynch. Antiguo oficial al servicio del Ejército y la Armada Coloniales Británicas. en las Guerras del Opio, conocía la forma precisa para ganar voluntarios chinos: atacar los bienes de sus propietarios y opresores. Lynch tenía la orden de imponer contribuciones a los grandes azucareros peruanos para obligarlos a costear los gastos del Ejército Expedicionario. Como se negaron a la expoliación. incendió sus fincas e ingenios y dio libertad a los esclavos.

      Desde el Departamento de lima basta Lurín mismo —centro del Estado Mayor chileno— reclutó chinos. Donde había una finca, encontraba voluntarios y auxiliares. Cuando la División Lynch tomó lima, surgió el líder de la libertad culi: Quintín Quintana. Un chino que tomó ese nombre. Especie de Espartaco oriental, orador vibrante y audaz, entusiasmó a sus connacionales. 1.500 chinos, hombres y mujeres, se enrolaron como auxiliares a las tropas chilenas. Cuando Lynch llegó al Campamento de Lurín, su brigada semejaba un cuerpo colonial inglés: tropas regulares (chilenas) y tropas voluntarias asiáticas. De inmediato Quintín Quintana continuó su obra. Reunió a los culíes de la Finca San Pedro de Lurín y formó otra brigada culi. 

     Luis Pomar, capitán de navío de la Escuadra de desembarco, fue testigo de su acción. En sus parcos recuerdos, dejó un curioso testimonio de Quintana y sus culíes: “no menos de dos mil chinos trabajadores de la hacienda ...degollando un gallo, bebieron la sangre de éste como juramento de lealtad' Quintana había pronunciado "una larga arenga, manifestando la adhesión de sus paisanos al Ejército de Chile, que los libertaba, según decían, de la opresión de los peruanos".

     Con mil pequeñas acciones facilitaron el avance chileno. Actuaron de zapadores, derribando las tapias para el paso de la caballería. Transportaron las municiones y armas* Sirvieron de enfermeros, salvando a los heridos chilenos. Muchos empuñaron las armas que recogían y con la decisión del voluntario cargaron a la bayoneta sin temor al destino. Mataban o morían en los puntos más peligrosos. 

     No sujetos a la disciplina militar, jugaron el papel de guerrilleros. De más está decir que sin la rápida inteligencia de José Francisco Vergara, el coronel Lynch no hubiera podido militarizar estos eficaces auxiliares. Los militares profesionales católicos se oponían al culto público que hacían a Buda. Incluso el juramento citado, se hizo de rodillas a un grueso Buda.

      Más espontánea y heroica aún, fue la acción china en el Departamento de Ancash. Apenas comenzaron a percibir la posibilidad del avance chileno, se colocaron en resistencia pasiva, oriental. Debió ocuparse de ellos, la tropa de retaguardia. Pero, silenciosos y obedientes en la apariencia, su sabotaje comprometía el frente interno y las comunicaciones.

     Cuando Lynch desembarcó en Chimbote, le habían preparado el terreno. En muy menor escala, había actuado como la Resistencia en la Segunda Guerra Mundial. El coronel Lynch los satisfizo de inmediato. Impuso un fuerte cupo de guerra al más poderoso azucarero. Al impedir el jefe peruano Piérola esta expoliación, Lynch no hizo esperar la represalia. Incendió todas las fincas azucareras. Pasó a ser el "príncipe rojo". En la época, era famoso el “gallo rojo". El incendio de las propiedades de los señores rusos por sus siervos. Pero el presidente Aníbal Pinto no gustaba del procedimiento “rojo” y ordenó suspender la represalia de guerra.

      Los culíes continuaron la resistencia. Aunque ya solos e impotentes desde el punto de vista militar, debieron sufrir ser enviados con cadenas y bajo vigilancia militar a las peores zonas fronterizas del Perú. La actitud sociológica de los culíes es clara. Para el esclavo, todo era simple: el enemigo —los patrones, los mayordomos y la policía— era el Perú. En cambio, el aliado, Chile.

      Tomada ya Lima, nombrado gobernante del Perú Patricio Lynch, es lógico y natural que el centro de la Junta Secreta de Resistencia Peruana fuera la familia Elías. De remoto origen morisco-andaluz, pertenecían a la más vieja estirpe colonial peruana. Estaban ligados a toda la aristocracia limeña virreinal. Además, a toda la actividad mercantil peruana. Los amigos más asiduos de la Casa Elías eran el arzobispo del Valle y el Obispo Tordoya. Una Elías era esposa del vicepresidente y Almirante Montero. Otro Elías, Domingo, era el mayor contratista guanero del Perú. Un tercero, el más grande propietario de fincas azucareras. Todos, los mayores consumidores de culíes de América.

     Una guerra significa en general para la nación vencida, la agudización de sus contradicciones sociales. Todo se precipita a la crisis. En el caso peruano, tanto se profundizó el odio de clase que Lima se transformó en un infierno. Apenas fue derrotado el Ejército, se produjo el caos. Los negros y mulatos, los quechuas y aymaras, vieron la oportunidad de castigar las humillaciones seculares. 

     Hubo asaltos, saqueos, violaciones. Un testigo militar chileno. Narciso Castañeda, capitán del Batallón Victoria, narra que al entrar en Lima: "Divisamos una gran polvareda y mucha agitación en un enorme grupo de gente peruana, que decían: | ¡Ya vienen los chilenos!!Esta es la buena! Exclamaciones semejantes, las proferían hasta con risa miles de negros.

      Si la población popular —indígenas, negros, mulatos- tenía odio a la aristocracia peruana, mayor era el odio a los mercaderes menores. Los comerciantes chinos constituían el objeto inmediato de su odio. El saqueo del comercio chino fue completo. El furor popular unido a la excitación general, produjeron más de 300 muertos entre los comerciantes chinos. El alcalde de Lima, don Rufino Torrico, debió solicitar a la Jefatura Militar Chilena su intervención.

Notas Demográficas

     Por el número de emigrantes culíes a Chile, podría pensarse que tienen una abundante descendencia. Sin embargo, ha pasado un siglo y la explosión demográfica china no se ha producido. Las leyes de la herencia que se calculan como una progresión geométrica parecen en este caso haber fracasado. Es posible que esta aparente excepción sea explicada por un autor subjetivo, atribuyéndola a la propensión oriental al suicidio. Aún más: se podría fundar en las observaciones de ciertos testigos serios. Ya Vicuña Mackenna en dos obras —citadas— anotó la melancolía y el suicidio chinos.

El Régimen Jurídico del Trabajo Culi

     Comprendo que Cipriano Román 28, el más caracterizado concesionario chileno de las Islas Chinchas fuera propietario del trabajo culi. Las islas son peruanas, el Perú tenía sus propias leyes, y Román era emprendedor, pero sin mayores luces. 
Pero, en cambio, ¿es posible que los grandes hombres de empresa del Norte chileno, los más auténticos pioneros del país fueran tan codiciosos como para acrecentar su capital arrendando los servicios esclavos de los culíes? ¿Cómo es posible que José Santos Ossa, algunos Vicuña, Jotabeche, José Victorino Lastarria, otros caracterizados propietarios de Atacama como Miguel Gallo y Goyenechea fueran esclavistas? Tampoco es posible que el futuro gran presidente liberal del Perú Guillermo Billinghurst lo fuera. 

     Y ¿acaso no regía en Chile el artículo 132 de la Constitución, que prohíbe la esclavitud y su tráfico en el territorio? —Sí, regía la Constitución. Además, la mayoría de los pioneros atacameños eran reformistas e impulsaron el progreso de la libertad.

      Pero, antes de explicar el problema, recordaré un episodio jurídico del siglo XX. En 1925, con toda razón, don Arturo Alessandri impidió con su poder de presidente de la República, que se retirase el artículo 132 en la Reforma de la Constitución. Alegó razones de tipo tradicionalista e históricas. Sin embargo, algunos jurisconsultos constitucionalistas le expresaron: presidente, don Arturo, para qué conservamos un artículo ya obsoleto. Somos una centenaria república democrática. Mantener el artículo antiesclavista es abultar el texto, agregó alguno. De todos modos, el Viejo León de Tarapacá impuso su criterio. Como abogado experto, estaba acostumbrado a estampar los principios jurídicos básicos. Su experiencia le hacía ver que era muy importante dejar establecido un camino legal para una posible circunstancia imprevista.

      Sin embargo, la esclavitud no se impide con leyes y principios jurídicos. Tampoco es un asunto de interpretación de la Constitución. Es un problema más profundo: social y concreto. Por las vías más insospechadas. tanto económicas y sociales como políticas suele retornar la esclavitud. En este mismo año, 1967, la ha precisado la Sociedad Británica. Sin duda alguna que en 1850 regía la tajante prohibición constitucional de la esclavitud. Pero, otro asunto es la realidad mercantil de la época. Para comprender en forma integral y correcta el tráfico culi es necesario recordar el espíritu, la comprensión de sociedad que existía en el medio mercantil que era Chile en el siglo pasado. En toda dirección mental dominaba el concepto mercantil de propiedad, de dinero y de trabajo. 

      Era el universo mental de un tiempo determinado. El Derecho defendía el principio que lodo compromiso mercantil, todo contrato, era vigente hasta su completa realización. Más estricto aun todavía, era en el caso de los pagos anticipados. Y el trabajo culi estaba fundado en el sentido jurídico que era un procedimiento contractual-mercantil, donde un hombre de empresa pagaba con anticipación las futuras labores de un trabajador. 

      El contrato de trabajo firmado con los traficantes de culíes era un pacto comercial con una cláusula clara y precisa: el derecho de traspaso y venta del contrato. El espíritu mercantil realista de la época se fundaba en que el dinero invertido en servicios futuros debía ser respetado por el individuo anticipado. Todo, bajo el supuesto que el traficante había a su vez pagado al culi, en China, los ocho años futuros de trabajo. ¿Cómo y cuándo? no le correspondía averiguar al nuevo contratista. Esto es una repetición moderna del bíblico pacto por un plato de lentejas entre Esaú y Jacob. Los contratos ordinarios establecidos para el arrendamiento de los servicios culíes utilizados por Chopitea y por lodos los traficantes en Chile, Perú y Cuba estipulaban, entre otros incisos:

2. Se obliga a trabajar por el período de ocho años desde el día en que entre a servir.

3. Durante ocho años no trabajará para él ni para otra persona, que no sea el que haya traspasado la contrata, y que no se ausentará de la casa sin permiso escrito del patrón.

6. La sola exclusión para trabajar serán tres días de fiesta religiosa al año. Los contratos estaban redactados de tal manera que el culi pasaba a ser un esclavo real. En el hecho jamás rigió la fecha de caducidad.

    En otro trabajo —La Biografía Social de la Ficha-Salario— pruebo cómo se hacía imposible la caducidad del contrato: por medio de deudas al almacén de provisiones imposibles de cancelar. Sin embargo, salvo en la inexistencia de salarios, los contratos culíes no eran más efectivos que el resto de las faenas del Norte chileno. No eran ni más ni menos draconianos que el contexto general del trabajo minero. Cláusulas semejantes eran normales para los peones asalariados de neto origen criollo. De acuerdo con la mentalidad de la época, todo propietario de faenas —mineras o agrícolas— tenía la convicción sincera que todo trabajador debía sujetarse sumiso a sus intereses privados. Para eso pagaba salarios y daba anticipos. Todo el país, era un campo sociológico unificado. La organización de los propietarios de minas. El Gremio Minero, poseía mayor autoridad jurídica que un Colegio Profesional, para obligar a sus trabajadores a permanecer en sus faenas. Obtuvo de las autoridades diversos Reglamentos y del Congreso, diversas Leyes. Los Reglamentos son anteriores al tráfico culi. Las Leyes, posteriores.

     Un Reglamento, dictado por el Gobernador del Huasco José Rafael Varas, ordena en su artículo 4: "Todo peón que quiera bajar a Freirina, Chañaral o cualquier punto será con permiso (escrito) de su patrón, quien concediéndolo lo pondrá en noticia del juez... explicando en ella el término. Si lo pillan después de dicho término que le haya concedido, prenderlo y castigarlo de modo que haya determinado el señor gobernador departamental‟-2. Otro Reglamento, firmado por el intendente Juan Melgarejo, precisa: "Cuando un peón se fugue, el mayordomo deberá dar aviso oportuno al juez para que éste proceda a su aprehensión". 23. Todos estos Reglamentos fueron estabilizados en Leyes. En el Código Penal, aprobado el 12 de noviembre de 1874, pasaron a incluirse en el Título VI. bajo el subtítulo "De la vagancia y mendicidad"24. En el artículo 306 se dice: "El vago será castigado con las penas de reclusión menor en su grado mínimo y sujeción a la vigilancia de la autoridad”. En el artículo 308 aparece: diere fianza de buena conducta y aplicación al trabajo, será relevado del cumplimiento de su condena. 

      La cuantía de la fianza la fijará el tribunal en la sentencia, no pudiendo bajar de cien pesos ni exceder de quinientos'. Desde el punto de vista jurídico casi no eran necesarias las precisas cláusulas de los contratos culíes. La realidad del trabajo y tráfico culíes correspondían al universo mental de la sociedad criolla de ese tiempo. 

      En cambio, gran parte de los suicidios culíes provienen del choque entre el espíritu tradicional chino y la realidad americana. Los culíes como budistas creían en la perfectibilidad de los compromisos firmados, hasta que los hechos de la sociedad cristiana los convencían de lo contrario. Al perder sus esperanzas. Unto en la libertad a los ocho años de labor como "en hacer la América", se les producía el desconcierto, la angustia y el camino al suicidio. Los problemas dialécticos planteados en su Principio de la Esperanza por el gran filósofo Ernest Bloch tienen en el caso culi un ejemplo preciso.

Estado Mayor del Ejército de Chile, durante la Guerra del Pacífico, en el Campamento Lurín. Destacamos en la foto al ministro de Guerra, José Francisco Vergara (a la izquierda, con dolman y gorro blanco), Gonzalo Matta (antepasado del pintor Matta, apoyado en el tronco del árbol), a la extrema derecha, el líder chino Quintín Quintana, nombre adoptado en la guerra (el primero de la derecha)

Obreros chinos, culíes, de la Mina Toldo de Gatico, año 1865. de propiedad del español Artola. Aún se explota por el procedimiento primitivo Pirquín

     En Cuba, con la mayor emigración culi conocida, tres investigadores fundamentados — Richard Dana. Ramón Catalá y Juan Pérez de la Riva— fijaron su atención en el mismo rasgo. Es difícil en Chile estudiar con precisión científica los problemas demográficos planteados por la inmigración culi. Datos fidedignos y absolutos no se pueden obtener. Además, después de cien años, el cruce chino con la población criolla es casi completo. 

     En verdad, existen comunidades organizadas en las provincias del Norte, desde Tarapacá a Coquimbo inclusive. pero son mixtas. Sus miembros tanto proceden de los culíes llegados directos del Asia y escapados del Perú en la época de Patricio Lynch como de emigrantes recientes. Lo mismo sucede en la Capital.
 De todos modos, es muy curioso analizar cómo lograron sobrevivir algunos culíes vendidos en Chile. Soportaron dos factores eliminatorios rápidos: las condiciones feroces de trabajo y la epidemia de fiebre amarilla de 1869. En ese año, se despoblaron las guaneras, el salitre y las minas desde Arica hasta Atacama. Es un útil tema para los aficionados al análisis aplicado de las leyes de la selección natural de Darwin.

Imagen. La Esclavitud China en el Perú


NOTAS

1  Páginas de un diario durante tres amas de viajes, 1853, ¡854, 1855. Universidad de Chile, Tomo t, p. 38.
2  El libro del cobre y del carbón de piedra. Imp. Cervantes, Santiago. Chile, 1883, p. 185. Hay una edición moderna, Santiago, 1966, publicada por el Departamento del Cobre, p. 150.
3 Isaac Arce, Narraciones Históricas de Antofagasta. Ugarte Impresor. Antofagasta, p. 19.
4 Oscar Bermúdez Miral, Historia del Salitre. Universidad de Chile. 1963, p. 243.
5 Geología de las Guaneras de Chile. Rev. Ch. de H. j G.. N» 93, 1938, p. 189.
6 El gobierno envió de inmediato una expedición armada al mando de! capitán William Rebolledo‟‟ (Encina-Castedo. Resumen de ¡a historia de Chile, Tomo n, p. 1251). Segunda Ed., Zig-Zag, Santiago, 1956.
7 Jorge Cruz Larenas, Fundación de Antofagasta y su primera década. Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1966, p. 54.
8 Mario Bahamonde, La correspondencia de la Casa de Artola de Cobija. El Mercurio, de Antofagasta, 14 de febrero de 1951.
9 Ídem.
10 Jorge Cruz Larenas, Fundación de Antofagasta y su primera década. Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1966, p. 36.
11 Carta publicada por Enrique Agullo en Septiembre. 1952, Antofagasta.
12 Gerardo Aravena Rivas, Historia de Tocopilla.
13 Documento en poder de Enrique Agullo Bastías, de Antofagasta.
14 Argentina en la época tuvo una actitud ambigua. En el hecho, favorable a la aventura española. Su presidente Mitre, con apariencia neutralista, permitió refugiarse a los españoles comprometidos.
15 Manuel de Salas, Escritos, Tomo l, p. 344, Santiago, 1910.
16 Roberto Hernández. Valparaíso en 1827. Imp. Victoria, Valparaíso, 1927, pp. 87 y 88.
17 Abdón Cifuentes, Memorias. Tomo i. pp. 301-305-307, Ed. Nacimiento, Santiago, 1936. Las expresiones explicativas entre paréntesis son mías.
18 Luis Pomar, Campamento de Lurín. Álbum Gráfico Militar, J. Di rama Cuevas, Imp. Universitaria. Santiago. Chile, 1909, p. 15.
19 Narciso Castañeda, ¿Quién fue el primer chileno que entró a Lima después de Miraflores?, en Álbum Gráfico Militar, Ed. citada, p. 80.
20 Encina-Castedo, Resumen de la Historia de Chile. Ed. cit. Tumo, p. 1570.
21 Ver Universidad de La Habana. Mayo-junio de 1965, Nr 173, pp. 110 y 111.
22 Un largo extracto del Reglamento y sus fuentes documentales fueron publicados por mí en Las luchas de clase en las primeras décadas de la República de Chile. En Los Anales de la Universidad de Chile, Nr 125, Santiago, 1962, director Guillermo Feliú Cruz.
23 Idem.
24 Códigos Chilenos. Ed. Alberto Blest Gana, París, septiembre de 1822, pp. 763 y 764.
25 En el siglo XIX,un excelente traje masculino de casimir británico valía 20 pesos. En el siglo actual, se sacan otras implicaciones de la “Ley contra la vagancia‟. Se aplican sus disposiciones penales —cárcel y multa— a fines específicos. Por ejemplo, en 1967, la represión de la prostitución callejera. La multa fluctúa entre E¤ 60 y E¤ 160, y la detención, entre 24 horas y 90 días. En 1927 y 1928 tuvo otra aplicación. Se utilizó para obtener trabajadores baratos en las salitreras. Tengo un recuerdo de infancia imborrable. Un día, el marido de la lavandera de mi casa se sentó en la Alameda a esperar que llegara mi madre. Sin mediar causa alguna fue detenido y enviado al Norte por ferrocarril. Fue inútil la intervención de mi padre. Tenía amigos y conocidos en el Ministerio del Interior. Todos ignoraban el destino de aquel hombre. Ni siquiera se anotó su nombre en algún libro de registro. Un mes después envía una carta desde la Compañía Salitrera Alemana. Carlos Vicuña Fuentes en La tiranía en Chile, Tomo II, p. 152, Imp. Universitaria, Santiago, 1939, escribe: ". . .Los salitreros eran contentados por medio de las medidas más infames. Una de ellas consistía en aprehender en Santiago a los hombres del pueblo por millares. Cualquier pretexto era bueno: que estaban ebrios, que andaban desocupados por las calles, que no se recogían temprano. Otras veces ningún pretexto se invocaba". Por la resistencia prestada a estas medidas y a otras más, fueron detenidos y deportados entre otros hombres importantes de hoy Jorge Alessandri y Eugenio González Rojas, actual Rector de la Universidad de Chile.
26 La última edición que conozco es la de Molino, Barcelona, 1962, p. 94.
27 La lectura literaria me ha permitido conocer cómo un tema interesante puede perderse y alcanzar formas absurdas. Pio Baroja, mal informado pero informado al fin, en sus Capitanes de altura, describe un Valparaíso con malayos. También puede perderse un tema como las mejores intenciones. Mi difunto amigo y buen novelista Nicomedes Guzmán, después de largas conversaciones, colocó el tema culi en La luz viene del mar. Pero no pudo integrarlo, y su novela salió sin fuerza. Más grave es el caso del periodista en trance de historiador y novelista como Enrique Bunster, quien ha declarado. “artistas inéditos" a los traficantes.  En cambio, un escritor genio, Teodoro Plivier, en su Revolt on the pampas, dejó un vigoroso testimonio de los descendientes de los esclavos culíes en la zona salitrera

28 La historia dice así:  Al parecer Román inducía a los trabajadores a comprar mercancías. en una cantidad mayor que la requerida por estos durante su permanencia en las islas.; Si hemos de creer, al Gobernador de Pisco (quien defendía a Román contra los comerciantes quejosos) eran los propios trabajadores quienes antes de pasar a las islas pedían a este subcontratista” ciertos artículos que necesiten sus familias que quedaban en la población. Unos piden ropa, otra harina otros arros (sic) y otros velas, javón (sic) chocolate, etc. No imponiendo Román condición para estos pedidos”. Resulta difícil pensar sin embargo que Román actuara llevado únicamente por su altruismo. Se trataba de facilitación de créditos a los trabajadores con pago adelantado en especies. Lo cierto es que los subcontratistas del carguío, en comunión con las empresas comercializadoras de guano que solicitaban sus servicios (Román-había firmado un contrato con la Cía. Gibbs) supieron acaparar tanto en las costas vecinas a las islas como en ellas mismas un importante mercado de consumidores tratando de sacar el máximo provecho a las licencias que de partida les otorgaba el estado en la explotación del guano. En las islas no circula la moneda común de la República sino la particular inventada por el contratista. Reza un documento de 1848 dirigido, al Prefecto de Ica. Los quejosos alzaban su protesta siempre contra Román (dada la autoridad a la que esta vez apelan) El asunto tomaba, ribetes de mayores proporciones quien - contra todo el espíritu de nuestras gentes ha tomado los medios de enriquecerse por caminos tan reprobables como los que él ha. trazado con perjuicio también del adelantamiento de la población de Pisco que reportaría los beneficios de un pagamento libre de los trabajadores de las islas en moneda corriente y que estos, eligiendo los mercados que más les acomodasen para subvenir a sus necesidades difundiendo la plata, que ganan en todas y las manos poseedoras de los víveres, ropa y otros artículos de que necesitan proveerse continuamente lo qué no sucede por el monopolio establecido.

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