En su espacio es el rey
El Corredor de Tarapacá
Contamos, en nuestra naturaleza, con algunos espacios que resultan desconocidos para la gran mayoría, inclusive para los antofagastinos. Nuestra idea no va por el promover la visita ya que, algunos de estos lugares son de muy difícil acceso y resultan peligrosos, más bien, nuestra pretensión es más sencilla, el que conozcan nuestra región y que asimilen aquello que, en todo lugar, es factible encontrarnos con vida ( con flora y fauna).
Bienvenidas y bienvenidos.
Todas las quebradas que dan a la costa, por el camino que une la ciudad de Antofagasta con la ciudad de Tocopilla, nos parecen tan similares al observarlas desde la carretera. Cerros altos, imponentes, totalmente desprovistos de vegetación y con enormes grietas que se pierden en la distancia. Vamos avanzando por un terreno de colores monocordes, ocres, cenicientos, irregulares, con profundos surcos que delatan el paso del agua quizás, en un pasado muy remoto y nada que nos señale que alguna vez hubo algo de flora y menos aún de fauna. Mas, si nos tomamos el tiempo (aquel que nos inspira la curiosidad) y nos damos a la tarea de visitar dichas quebradas, nos encontraremos con pequeños mundos -muy aislados- espacios por donde aún prospera la biodiversidad en esta parte del desierto.
Recuerden. Lo que mostramos a ustedes es lo que va quedando de un pasado más venturoso.
Ahora bien, por dichos lugares, además de la flora, variada, lo que más sobresalen son los insectos, quienes -dependiendo de las fechas- podrán ser más numerosos o escasos, pero gran parte de ellos son endémicos, únicos, muy propios de estos territorios hostiles. Sobre esta frágil y reducida cadena trófica nos encontramos con un rey, con el reptil que domina dichos parajes. El Microlophus tarapacensis, el corredor de Tarapacá. Él está arriba por las circunstancias, porque no hay otra especie que le haga competencia (durante el día).
El tarapacensis no es una lagartija muy abundante, es evidente que el espacio la limita -por los escasos recursos- pero es territorial y se la puede observar, muy especialmente en primavera, en sus constantes conflictos por aparearse y por el territorio. Reiteramos, no es una especie numerosa, pero siempre está presente y lo seguirá estando mientras cuente con algo de alimento (plantas e insectos). Esta es una de las habitantes perpetuas, aquella que no puede marcharse en procura de mejores lugares, salvo que hubiese una lluvia que permitiera el establecimiento de corredores de vida -vegetación- entre las distintas quebradas de la zona. La última lluvia abundante ocurrió el año 2015. Anteriormente. el año 1991.
Por estos derroteros también nos hemos encontrado con vestigios -frescos- de roedores, aunque nunca hemos observado alguno con vida. Todo en el lugar es muy frágil y la fauna es tan escasa que nunca hemos tratado de capturar a algún individuo, aunque sea para saber sobre la especie.
Entre las aves, Dormilonas y Mineros son las únicas aladas que de cuando en vez se dejan ver, y generalmente por lo más profundo de las quebradas. No son especies de andar en bandadas, es decir en gran número, más bien son individuales y cuesta observarlas al mimetizarse muy bien en el espacio que las alberga, espacio que, además, les permite alimentarse y reproducirse.
¿Zorros? Son tan solo visitantes ocasionales, nos referimos al zorro chilla. Estos parajes van en franco deterioro y es muy poco lo que les puede brindar en cuanto a alimento. Además, los sectores costeros están demasiado intervenidos -por la gente- ocupando playas y los sitios de nidificación de las aves costeras que formaban parte de la alimentación de estos amiguitos. Podemos decir que, esta raposa es cada vez menos abundante.
Entre las arañas más habituales a estos lugares figuran las Sicario (Sicarius thomisoides y Sicarius yurensis), la Odo patricius, la Steatoda sabulosa, la Latrodectus thoracicus y esta pequeña arañita Filistatidae, probablemente del género Pikelinia.
Las Mosquitas (vivas), también hay mosquitas muertas.
Encontrar información sobre estas mosquitas de la familia Mythicomyiidae (especialmente en nuestro país) es un hallazgo que merece celebración, puesto que - estas especies - son bastante desconocidas inclusive en el mundo.
Los Mythicomyiidae se conocen vulgarmente con el nombre de microbombílidos debido a su pequeño tamaño (0,5-5 mm). Hasta hace poco se incluían en la familia Bombyliidae. Los miticomíidos presentan el cuerpo desnudo o con pelos esparcidos y cortos. Son principalmente negros, aunque también tienen zonas amarillas. Su aspecto es muy variable, yendo desde ancho y rechoncho hasta alargado y esbelto. Esta familia se separa fácilmente de los Bombyliidae por tener la vena R4+5 simple, no bifurcada.
Actualmente se conocen unas 350 especies a nivel mundial, de las cuales 30 se han citado en Europa y 6 de ellas en Chile (ninguna del desierto extremo nortino).
Ahora bien. Estas mosquitas son diminutas (entre 0,5-2mm) y las hemos observado (a los adultos) sobrevolando y/o polinizando a distintas familias de plantas, especialmente las Encelia canescens, las Cristarias (Cristaria integerrima) y algunas Eriosyce, en la región de Antofagasta.
La biología de estos diminutos dípteros es muy poco conocida, ya que sólo se conocen pocas especies. Algunas larvas se han encontrado en hormigueros, donde probablemente son depredadoras. Otras han sido criadas a partir de huevos de saltamontes y también como parásitas de abejas solitarias.
Se encuentran mayoritariamente en zonas calientes y áridas.
El Chinche.
Resultó ser un gran encuentro en el desierto puesto que, este amiguito es considerado una plaga en zonas donde se cultiva la Quinoa (Chenopodium). El Liorhyssus hyalinus Fabricius, especie que pertenece a la familia Rhopalidae , subfamilia Rhopalinae.
Este insecto (según la información) succiona la savia de las plantas y ataca al grano en formación, produciendo como consecuencia su vaciado (bicho malo).
Flora:
La flora de estos lugares puede variar en cantidad, pero muy poco en diversidad. Eso lo hemos podido corroborar en el terreno luego de algunos aguaceros.
La flora más habitual.
También hemos aprendido algo, que contamos con una fauna -especialmente de minúsculos- que viven exclusivamente de noche y son estas últimas los que nos gustaría conocer. Para aquello debemos visitar estas quebradas luego del crepúsculo y con algunas técnicas simples, atraer a estos moradores para conocer a las especies que moran en la oscuridad y observar al otro reptil nocturno que habita por dichos lugares, al geko del desierto, el Phyllodactylus gerrhopygus.
Los vestigios del pasado
En el lecho de las quebradas y por las laderas, nos encontramos con los restos (óseos) de guanacos y chinchillas, ambas especies formaban parte de estos ecosistemas y quizás, si el hombre no hubiese acabado con ellas, lo hubiese hecho el ciclo de calentamiento por el cual vamos atravesando.























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